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La edad como condicionante y condicionador

7 de Noviembre del 2011 - Justo Roldán Vidal (Lugones)

La publicación de parte de las listas electorales de los partidos políticos en Asturias me ha movido a hacer una reflexión, a partir de las críticas que se están formulando, por la edad de algunos de los que encabezan las listas.

Parece ya una condición «sine qua non» ser joven, pero sin necesidad de ser «sobradamente preparado». Soy de los que creen y esperan mucho de la juventud, sería un irresponsable si no reconociera en ellos el futuro. Ahora bien, dos condiciones no puede ser posible que se den en una sola persona: la juventud y la experiencia. Por tanto, la combinación de ambas es siempre recomendable.

La juventud es rebelde de por sí (así lo reconocía Aristóteles), pero esa rebeldía es propia de la edad, por lo que necesita ser encauzada con la templanza y la experiencia que da la madurez.

Nunca es más el discípulo que el maestro. Ni nunca la experiencia de la vida es suplantada por la que se narra en los libros. El hombre, como ser finito, tiene en su naturaleza diferentes etapas biológicas que condicionan sus actos. Unas veces los mentales, otras los físicos y las que más, los achacables a la regeneración celular, ya agotándose con el transcurso de los años.

Así y con todo, el condicionar la capacidad –en este caso intelectual– solamente a la edad, y sin más consideraciones, es una injusticia impropia de una sociedad que se mira en sus mayores y de quien la ha recibido, son sus luces y sus sombras.

Llevando estas consideraciones al ámbito de la política, de la enseñanza o de la ciencia, y olvidar el conocimiento y la experiencia es un lujo que no nos podemos permitir. Hoy, que la esperanza de vida se va alargando, pretender seguir manteniendo los criterios de «validez o invalidez» solo a partir de la misma edad, de hace cincuenta años, es una injusticia, con muy poca razón científica.

Ningún adulto, en plenitud de sus facultades mentales, coarta el paso a ningún joven. Más bien es el complemento adecuado y el equilibrio necesario para una mejor gobernanza. La juventud, que en muchos casos se compone de más capacidad física, suele igualarse en cuando al conocimiento se refiere, con aquellos de mayor edad. La historia, ya no sólo de España, sino de la Humanidad, está llena de ejemplos que avalan lo que digo. Y la más moderna, caso de EE UU, es el más reciente de los ejemplos, ya que la mayoría de sus presidentes sobrepasan y con mucho el medio siglo largo.

El eslogan de caras nuevas, y rostros diferentes, no es incompatible con los años vividos. Más bien lo es con el número de personas capaces de ejercer un cargo. Si por un lado no es bueno perpetuarse en el poder político, tampoco lo es el salto de la Universidad al Ministerio. Ejemplos negativos tenemos en el Gobierno actual, donde la «imagen» prima más que el conocimiento. La juventud sobre la madurez y la belleza sobre todo lo demás.

El mérito, la capacidad y el conocimiento deben ser los únicos valores a tener en consideración a la hora de competir en la vida política. El paso solo se cede en el Código de la Circulación y en los buenos modales de cortesía además de en determinados casos. En la sociedad ese «adelantamiento» hay que ganárselo en buena liz y partiendo todos en igualdad de condiciones. Lo demás son atajos, cuando no intereses personales o pago de favores. O lo que es peor, un cierto repelús por los más mayores, que terminan en cargos cuando ya llegan a incapaces.

Por ello, y porque los jóvenes también llegarán a la edad de quien esto escribe, no tengo por menos que advertir de los errores en que se incurre cuando la edad es un condicionador o un condicionante.

Justo Roldán, Lugones

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