Cincuenta días de cárcel por cada violación
Nos enteramos en días pasados a través de su periódico, LA NUEVA ESPAÑA, de que «El violador de la Feve», de Gijón, lleva un año ya en libertad y trabajando como taxista. De los 139 años a los que fue condenado ha cumplido realmente 11, vamos... menos que el IVA del total. Siendo lo mío los números, vamos a ver, no me salen las cuentas. Ciento treinta y nueve años de condena después de haber abusado sexualmente (vamos, violado) de unas ochenta mujeres, cantidad que reconoció el violador a la Policía, y realmente once años de condena. Por la cuenta de la abuela sale a 50 días de cárcel por violación. Éste es el pago real por cada violación, 50 días de privación de libertad.
Seguro que algún representante político se frotará las manos viendo cómo se reinserta este ser, lo de humano aún debe demostrarlo con más tiempo. Es lo que pretenden las leyes que tenemos, por desgracia. El fin es la reinserción en todos los casos, aunque expertos en el tema digan que los violadores son enfermos y necesitan seguimiento toda la vida.
El ahora taxista ya es libre. Es lo que hay, él no es culpable de la ley que, desgraciadamente, tenemos, donde el verdugo pasa a ser víctima nada más ser capturado por la Policía.
Es bueno para la sociedad que estas personas se reinserten, también para ellos mismos, aunque en temas de agresiones sexuales sea un porcentaje mínimo el que lo haga. Esperemos que el ahora taxista sea la excepción que confirma la regla.
Pero ¿qué es de éstas ochenta mujeres? ¿Ha dicho algo la ministra de Igualdad y miembra del Gobierno, Bibiana Aído? ¿Alguien de la administración de justicia o del Estado se interesó alguna vez por ellas? ¿Estará alguna de ellas a tratamiento? ¿Sentirán pánico al salir a la calle? ¿Le habrán estropeado las ilusiones a alguna de ellas? ¿Cómo es su relación con las personas cercanas? ¿Y sus padres, hermanos, hijos...? ¿Y los miedos de ellas al saber que cualquier día al coger un taxi se lo pueden encontrar al volante?
50 días de privación de libertad por cada violación después de haber dejado tras de sí un reguero de rabia, indignación, pánico, dolor, impotencia, horror, miedo, terror, espanto, repugnancia, repulsión, animadversión, náuseas, vómitos, arcadas, asco, me parece un pago ridículo y una falta de respeto a las víctimas. El agresor ha cumplido su pena y si realmente tiene derecho a una reinserción, que nadie le niega, me parece más falta de respeto aún si cabe a las víctimas, a sus familias y a la propia sociedad el que a esta persona no se le imponga una mínima orden de alejamiento, cuando menos, que rehaga su vida de cara a la sociedad en otra comunidad autónoma, sería lo mínimo exigible. Parece ser que aquí las víctimas importan un huevo de pato. Para la clase política vende más la reinserción de un violador que su propia víctima. Al menos es lo que dan a entender al no modificar la ley por la cual un violador después de cumplir condena no se le aleje de las personas a las que ha destrozado su vida. El fin de la justicia debe de ser proteger a los ciudadanos, ésta debe ser la primera premisa, y después, en segundo lugar, efectivamente, las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad, según dice la Constitución deben estar orientadas hacia la reeducación e inserción social. Menudo destrozo moral para las víctimas tener que convivir en la misma ciudad que su verdugo, con el que se pueden cruzar en cualquier momento, tanto ellas como sus familias. Cincuenta días de cárcel por violación. Sin comentario.
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