¡Hagan algo! Todo el mundo se ha quedado parado
El motor del mundo se ha parado. El empleo genera consumo, el consumo pedidos, los pedidos actividad emprendedora, la actividad emprendedora ocupación retributiva o empleo; y se cierra el círculo motriz. Hace veinte años el desarrollo tecnológico que va eliminando empleos comenzó a poner en dificultades al motor con este llamado desempleo tecnológico durante la crisis de principios de los noventa del siglo pasado, y quizás siendo su origen. Entonces a alguien se le ocurrió desarrollar una actividad manufacturera que generase muchos empleos en cascada; una actividad que fuese difícil de emular con la robótica industrial. Para ello incrementó la actividad de la construcción y la financió con hipotecas basura sobre un valor inflado de lo construido, que se justificó con el aumento de la demanda. Como la mentira es el mejor freno para cualquier cosa: el mundo se fue al paro tras el estertor engañoso de tal actividad.
Recientemente Enrique Vidal comentaba en estas páginas de lne.es: «Una sociedad basada en robots inteligentes es una idea muy de futuro, y además es algo que no nos gusta», pero se equivoca, seguramente estaba pensando en un robot creativo capaz de cometer el pecado original de creerse igual a su creador. Algo que, desde luego, no nos gustaría. Los robots no sólo existen en la actualidad, sino que se contabilizan por millones produciendo cosas y fabricándose a si mismos y, siempre, con la intervención humana. Ya en el último párrafo de la entrevista reconoce esta realidad y nos dice: «Si la persona tiene que intervenir, lo importante es no ya conseguir el mínimo error, sino lograr que el humano trabaje lo menos posible; y no hablamos ya de trabajo físico, sino de trabajo más bien cognitivo» diciendo en pocas palabras que los robots industriales nos quitan el trabajo y no únicamente el físico y manufacturero, sino también el cognitivo y creativo. Es decir, tenemos el problema del desempleo tecnológico y no se está apostando por la libertad de las personas para desarrollar su conocimiento y su creatividad mediante la acción emprendedora sujeta a principios éticos de verdad: nuestros jóvenes trabajan más horas y cobran menos, y eso si tienen la suerte de trabajar, quedándose sin poder formar su propio hogar.
Nos lo han dicho siempre: Buda y su pensamiento, Jesús de Nazaret y sus evangelios, Spinoza y su ética, Marx y su análisis filosófico... Más recientemente: Benedicto XVI y su «Caritas in veritate», Howard Gardner con su «Verdad, belleza y bondad», Bill Drayton impulsándonos a ser «emprendedores sociales»... Que ese próximo que es el prójimo de nuestro entorno, es lo más importante y se le deben respetar todos sus derechos civiles y humanos. También se debe respetar el entorno como Arnold J Toynbee y Daisaku Ikeda en su «Elige la vida» nos dicen. Los tiempos de la codicia, la competitividad y el continuismo han terminado por parar el mundo, ahora hagamos algo para encaminarnos hacia los tiempos del conocimiento: única cosa que podemos codiciar; la cooperación: la libertad no es la que se posee, sino la que se da a otros; y la creatividad: todo aquello que nunca se ha hecho es posible hacerlo. Por tanto, si los empleos ya no son la forma del reparto de la riqueza: ¿por qué no ir a modelos de renta básica universal a la par que se reducen de salarios y beneficios, y se aumentan los impuestos? Dirán: ¿de dónde saldrá todo eso? Entonces se debe responder: ¿de dónde van a salir los pedidos sino retroalimentamos algo para que el consumo libre seleccione la actividad emprendedora más eficaz en estos tiempos, negándose a las injustas subvenciones? La dicotomía exclusiva [Estado]/[Libertad] ha fracasado. Hagámosla inclusiva: más Estado y más libertad. La actividad más importante de la sociedad humana -cuidar de un hogar propio- debe retribuirse según los miembros que lo componen. Pues la misión de la Humanidad es usar el tiempo para hacer progresar a los que nos siguen y, cómo no, a los que nos acompañan.
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