Contra el encarecimiento de las fotocopias en las bibliotecas públicas
Hace ya seis meses que se adoptó una medida que, como tantas otras, pretende ayudar a remontar la crisis exprimiendo a los sectores equivocados. Nos referimos al brutal incremento del precio de las fotocopias en las bibliotecas dependientes del Principado de Asturias, es decir, la Biblioteca Jovellanos, en Gijón, y la Pérez de Ayala, en Oviedo. Las fotocopias venían costando 6 céntimos y, de golpe, han empezado a valer 10. Se trata de un aumento cercano al 70 por ciento. Quien lea esto comprenderá fácilmente lo que representa una subida de ese calibre si imagina que se la aplicasen en sus facturas del gas, la luz o el teléfono. ¡Dónde ha quedado la vieja práctica de ajustar las subidas al incremento del IPC! Estudiantes, investigadores y jubilados sufren ahora esta penosa gabela, aprobada y sostenida por los mismos que se proclaman defensores de la importancia de la investigación y la formación como pilares inexcusables de la soñada recuperación económica.
Es evidente que los servicios públicos cuestan un dinero que hay que reunir para poder mantenerlos o mejorarlos. Pero ello debe hacerse por la vía fiscal -impuestos progresivos, para ser más exactos- y no mediante tarifas abusivas que sólo persiguen una recaudación indiscriminada. Por este último camino, terminarán convirtiendo las bibliotecas en sitios donde, en lugar de tomar libros en préstamo, se alquilarán a módico precio con la excusa de que cualquier otro funcionamiento no resultaría sostenible. Si quieren de verdad apoyar la investigación y la formación de la juventud, restauren el precio de esas fotocopias en 6 céntimos, que ya es más elevado que el que suelen cobrar en Asturias las copisterías más caras.
Quienes utilizan esas dos bibliotecas tienen que saber que en ellas existen hojas de reclamaciones en las que pueden dejar constancia de su rechazo a semejante abuso, para que sus directores comuniquen las quejas a las autoridades pertinentes. Desde aquí les animamos a hacerlo para que en las consejerías reflexionen sobre el particular. Señores/as integrantes del presente Gobierno y del anterior: las bibliotecas no son empresas ni negocios, como tampoco lo son las escuelas ni los hospitales, de modo que dejen el sambenito de la rentabilidad para otros menesteres.
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