Un tiempo de perros
Un niño es feliz con un perrito en casa, sea piso o torre. Una madre no conoce mayor felicidad que ver crecer felices a sus cachorros humanos.
Y la esperanza de muchos ancianos que viven solos con su gato o de algún ciego que ve por los ojos de su perro depende de sus mascotas.
Un amigo me cuenta lo cabreado que está con la nueva normativa de Madrid, que sólo he leído por encima: No me la creo. Tiene que tener otra interpretación.
Si se te pierde la boa constrictor que tienes en casa suele aparecer enseguida. Y salvas si la Guardia Urbana no te detiene por impresentable, qué asco, por mucho que el nauseabundo reptil forme parte del equilibrio ecológico del planeta.
Pero si se pierde el perrito de tus niños, adiós. Descubrirán la pena y la tristeza en un momento de sus vidas en que no deberían conocer el dolor ni de vista: "Mami, no puedo comer porque me duele el cerebro, Lobo es mi hermano". La madre celebra en lo más hondo que el perdido no haya sido el niño, pero ni así consigue acallar el llanto y la pena del pequeño inocente.
En 15 días existía la posibilidad de recuperar la mascota de sus amores, que tú bañabas, alimentabas de día y sacabas de noche para que ellos disfrutasen con uno más en la familia.
Durante la búsqueda de tu cachorro en 72 horas en la gran ciudad puedes encontrarte con algún presa canario, pitbull o rottweiler sin correa ni bozal enseñándote los colmillos a tí y a todas los policías del barrio, pero no se han perdido: "Tranquila, que no come gordas...", suelen ladrar de lejos los dueños (no todos) de perros sueltos potencialmente peligrosos cuando les imploras por el bozal reglamentario.
Pero en cambio es prácticamente imposible recuperar en sólo 3 días la mascota de los sueños de sus dueños, aunque no hay que perder la ESPERANZA.
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