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El día de la infamia en la Bella Easo

13 de Diciembre del 2011 - Antonio Checa Pérez

«Ayer, 7 de diciembre de 1941, una fecha que pervivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron sorpresiva y deliberadamente atacados (Pearl Harbor) por fuerzas navales y aéreas del Japón». Franklin D. Roosevelt, 8 de diciembre de 1941.

El pasado 17 de octubre se perpetró en la magnífica ciudad española de San Sebastián, la Donostia vasca, la Bella Easo de los antiguos, la mayor infamia de nuestra reciente etapa democrática, una auténtica traición a España, a los españoles, a las víctimas asesinadas, heridas, secuestradas, extorsionadas, obligadas a abandonar Euskadi, así como a los familiares de todas ellas.

Tal infamia se concreta en una pomposa «Conferencia internacional» en la que un grupo de advenedizos e ignorantes extranjeros, muy bien pagados por cierto, se permiten exponer un comunicado redactado y tutelado por la organización terrorista ETA, en el que instan «... a los gobiernos español y francés a una negociación con los terroristas para poner vías de solución al ¿conflicto político? de Euskal Herria...».

Y todo ello en suelo español, ante un emblemático edificio público (¿Casa de la Paz?), con los medios de comunicación convocados, sin la menor oposición del Gobierno ¿español?, o mejor, con su beneplácito ya pactado, respondiendo todo ello a una negociación largamente acordada, según Mayor Oreja, lo que con el tiempo conducirá a una «ulsterización» de la cuestión, salvo que aquí sólo asesinan unos y los muertos los ponen –ponemos– los demócratas.

Debemos recordar esa fecha como «el día de la infamia», la frase que he citado al principio: somos una vergüenza internacional, perpetrándose la infamia en suelo nacional y financiado con «faisanes», ayudas ocultas e inconfesables y otras extorsiones.

Posteriormente se produce un nuevo comunicado de ETA, en el que pondera la anterior «Conferencia internacional» y decreta un alto el fuego definitivo, nueva trampa puramente sintáctica, sin abandonar las armas, ni disolverse, ni arrepentirse, ni pedir perdón a las víctimas, ni entregarse.

En España no hay conflicto político alguno, y menos una «guerra» como en Irlanda del Norte, por lo que no puede haber ni mesas de negociación, ni amnistías, ni perdón incondicional para vulgares terroristas y crueles asesinos, debiendo exigir a éstos su renuncia incondicional a la violencia y a las armas, pidiendo perdón por los crímenes y asumiendo sus condenas: lo contrario sería una ofensa, una cesión y una humillación para los demócratas.

Dicen los ahora denominados miembros de la izquierda «exquisita», que engloba a reconocidos líderes de la misma y sus portavoces y altavoces culturales y mediáticos, barbaridades y falsedades tales como que «triunfa el Estado de derecho» (será el suyo), que «ETA se ha rendido» (se estarán destornillando de risa en sus cavernas), que «ha llegado la paz» (no, ha llegado la victoria de los asesinos), o ya en colmo de la desfachatez y la insidia que «sin nada a cambio», como si su legalización y entrada en las instituciones democráticas (y lo que vendrá en las próximas generales, cuando se denominen Amaiur), aparte de ocho años de negociaciones «del mismo y alto nivel», declaraciones de «bonhomía» de hombres de paz, concesiones y beneficios penitenciarios sin fin, excarcelaciones sin razones ni control, falta de vigilancia de etarras de la peor condición y su fuga... no signifique nada.

Y ahora crecidos, soberbios y exultantes, esta mafia, con la garantía y la amenaza de sus intactos arsenales del crimen organizado, del horror, exigen el inmediato acercamiento de presos, la excarcelación de otros, entre ellos el «futuro» lendakari Otegi, la supresión de la «doctrina Parot», el adelantamiento de las elecciones autonómicas en su comunidad, y ¡cómo no!, la autodeterminación y la anexión de Navarra.

Esta cuestión lleva 40 años, con casi mil muertos y muchos más heridos, secuestrados, extorsionados,... porque el Estado de derecho (éste si es el nuestro) nunca claudicó ante el chantaje, y de algo tenía que valer esta actuación de nuestros anteriores gobiernos, por no hablar de las víctimas y sus familiares, principales depositarios de este derecho, a los cuales no sólo se les niega, sino que también se les menosprecia, y con ellos a todo el pueblo español, de palabra y obra.

Repito, una nueva trampa sintáctica, sin abandonar las armas, ni disolverse, ni arrepentirse, ni pedir perdón a la víctimas..., que se entreguen y asuman sus condenas, porque me uno a la petición de las víctimas de que «tiene que haber vencedores y vencidos», pero no por resentimiento, sino por justicia, en su sentido más noble y estricto.

Elijo para finalizar, una célebre frase de W. Churchill a Chamberlain, tras el acuerdo de éste en Múnich (1939) con Hitler anexionándose los Sudetes checoslovacos, preludio de la II Guerra Mundial:

«Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra... elegisteis el deshonor, y además tendréis guerra».

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