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Justo... no es justo

7 de Noviembre del 2011 - Heradio González Cano (Oviedo)

Que te hayas ido calladamente, sin avisar, din decirnos adiós a quienes te estimaban, admiraban y querían. Dos días antes de tu fallecimiento, como casi todos los días o mediodías, ¿recuerdas?, varios meses atrás, siempre, casualmente, por tu calle de Víctor Chávarri, antes o después del número 9 de tu casa-despacho, nos solíamos encontrar, cada quien con rumbos opuestos; muy quietamente caminabas, como arrastrando los pies que fueran tan ligeros, y yo así te saludaba: «Juventud, divino tesoro, versos de Rubén, ¿qué tal vas?», a lo que con sonrisa leve, en ti muy característica, solías de inmediato contestar: «Mientras siga de pie todo va bien». Si mal no recuerdo, te dije, por esa misma acera, cuesta arriba, a pocos metros, tenías a un cordial vecino, de grato recuerdo, inolvidable artista del canto y la guitarra, fraterno amigo, Sabino Coppen, que de cumplir un año acaba de estar junto a Dios, lo despedimos en San Tirso...

Sí, Justo, no es justo que te hayas ido para no regresar y no poder escuchar una vez más tu grata voz sencilla, muy familiar y sabia. Cuando en el periódico mañanero leí tu nombre ilustre en dos esquelas (LNE, 29-10-11), mis abiertos ojos no se cansaban de releerlo, y así, todavía asombrado, a la una de la tarde del día 31 del recién pasado mes, contrito, en San Tirso el Real, junto a la clariniana y muda Catedral, a tus funerales asistimos, donde tuvimos la excepcional oportunidad de escuchar un panegírico raras veces irrepetible, preñado de una emocionante sinceridad, tal el verbo encendido del fraterno sacerdote y jurista Luis González Morán, que sin discurso escrito, como suele llevarse en casi todas las tribunas, como si fuera improvisado, con dicción elocuente de manera etopéyica, nos retrató la vida y muerte del ilustre recordado, ante una asistencia completamente en el recinto colmada, en un silencio profundo, escuchando lo de la vida y la muerte, «quien crea en mí –según Jesucristo– vivirá eternamente»... Y así el singular Crisóstomo, entre muchos ejemplos de un vivir profesionalmente, de amistad y de familia, entre los consoladores expuso el de la muerte de un querido hermano leonés, como él, a quien sobreviviera su madre amada, quien después, sencillamente, dejara la tragedia anochecida al amanecer el día, pues la vida sigue... Así el discurso, las palabras se convirtieron en un raro, colosal poema, pues lo que importa en esta vida, según conclusión conmovedora, es «amar y ser amado».

Qué cosas del vivir, querido Justo de Diego y Martínez, ex decano ejemplar dos veces de nuestro prestigioso y querido colegio, con más de dos mil abogados, tus restos fueron llevados a Muros de Nalón para allí ser enterrados, nada menos que donde desemboca a la mar el padre río en las Asturias de historias y leyendas sagrado, teniendo en frente a San Juan de La Arena, donde por tres veces (1905-1908-1909), lo pasara feliz, encantado, aquel Rubén de Nicaragua que te mencionaba cuando nos saludábamos.

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