A Juan Alvargonzález Juliana
La madrugada del pasado 20 de octubre, día de Santa Irene, falleció en Oviedo Juan Alvargonzález Juliana, con quien tanto quería.
Cuando ya estaba enfermo y no se ponía al teléfono pensé escribirle, pero no lo hice, y por eso me gustaría desde aquí dedicarle este pequeño recuerdo.
Era un hombre extraordinariamente sencillo, austero y generoso que me acogió durante años como a una hija más. Le echaré mucho de menos, y por muchas cosas, pero, si tuviera que elegir alguna, recordaría siempre aquellos aperitivos de verano, debajo del manzano de Pedrosa y alrededor de un vino que el nunca quería dar por acabados, donde, entre muchas conversaciones cruzadas, algo típico en una reunión Alvargozález, le oíamos contar historias de su vida siempre interesantes y amenas, pues era un gran conversador, o el día de Reyes en Oviedo cuando repartía libros entre todos los que allí estábamos, libros que había elegido personalmente pensando en la persona a la que iba destinado.
Querido Juan, descansa en paz. Sólo me queda decirte, como siempre, y ya para siempre, gracias por todo.
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