Tertulias o el barbero de mi pueblo
Cortar el pelo, lo que se dice raparse ni un poco, no se lo cortaba ninguno.
Yo me asomaba sigilosamente al pasar por la puerta y escuchaba siempre carcajadas masculinas, más sonoras las del boticario. Y veía al cura sentado con la sotana remangada y la boca abierta hacia el cielo, llorando de risa.
Mi querido amigo Antón con 16 años ya podía entrar con su padre, y al reunirse con la pandilla nos contaba los mejores chistes y las mayores anécdotas de la prohibitiva tertulia, sólo apta para los habituales.
"Marcho, que tengo que dir a pelar los arbeyus..."
"Si ahora llámaslos así, corre, vete con Dios, maestro...", contestaba el galeno. Y las carcajadas llegaban hasta el Ayuntamiento salvo la risa reprimida del barbero, que a veces afeitaba de verdad a algún tertuliano y no podía permitirse desviar la navaja ni medio milímetro.
Al galeno le llamaban el "Golfo de Vizcaya" porque había ejercido allí. El maestro atendía por "D. Hilarión Esclava", porque siempre estaba pendiente de la muyer. Y el cura llevaba como su cruz particular el mote de "Calvarión de la Parca".
Agradezco por enésima vez a LNE que se me permita participar en esta valiosa tertulia. Y desde aquí le mando otro abrazo a D. Ramón Alonso Nieda, al que insultan por haber defendido mi libertad de expresión.
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