Todo fluye...
Desde el primer instante en que nacemos, los acontecimientos se van sucediendo ajenos a nuestra propia consciencia.
Formamos parte del cosmos, pero como un elemento más, él no cuenta con nosotros a la hora de establecer su orden. Es por ello que debemos ser nosotros mismos los que, aceptando esa realidad, seamos capaces de establecer un orden que nos facilite la vida.
Por muy impactante o relevante que nos parezca un hecho, y en ocasiones nos toque de lleno, el mundo no se detiene. Todo sigue girando cuán típica noria insensible...
A veces, me pongo a pensar acerca del sentido de la vida, el porqué de las cosas... y siempre llego a la misma conclusión... ¡bendita ignorancia! Son conceptos quizá demasiado amplios y tan ambiguos que incluso se escapan a nuestra capacidad de comprensión, pero provocan como mínimo cierta inquietud. Inquietud sobre el futuro, sobre el presente, pero sobre todo al enfrentarnos al tope de nuestro entendimiento racional.
Quizá por eso tratamos de buscar otras salidas, refugiándonos en el mundo de lo no tangible, las ideas, los pensamientos... que traten de justificar aquello que se escapa de nuestra racionalidad.
¿Pero... por qué? No existe razón aparente, por tanto será más recomendable embriagarnos de positivismo y realidad que dejarnos llevar por la tendencia analista. Todo fluye... y lo que tenga que acontecer así sucederá. No podemos pretender, ni pensar por un momento en la posibilidad de cambiar el mundo, pero sí podemos aportar nuestro enriquecimiento personal, para evolucionarlo.
Aunque torne difícil en estos tiempos, debemos levantarnos cada día con una sonrisa puesta, con la mente despejada y albergar cada preocupación únicamente en el preciso instante en el que aparece y mientras pensemos una solución para disiparla.
Sólo el positivismo personal podrá ser capaz de sacarnos de este aletargamiento generalizado.
Un despertar, un resurgir cargado de nuevas ilusiones que nos hagan recuperar y perder al mismo tiempo el interés reflexivo por aquello que apreciamos cuando navegamos en una atmósfera pesimista.
Porque todo fluye... y el orden siempre se vuelve a restaurar.
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