Corruptos de alto linaje
La corrupción está llegando a unos niveles tan elevados, tan arriba, que ya nada nos puede sorprender. Y sin embargo, este vergonzante tema no fue tocado para nada en el descafeinado y anodino debate televisivo entre Rubalcaba y Rajoy, como pactó el «casero» moderador Campo Vidal, que es la voz de su amo. Y el aspirante gallego, que en la corrupción tenía el directo para dejar KO a su encarnizado enemigo, sorprendentemente tragó el amañado pacto como un pardillo y tuvo que aguantar luego los repetidos golpes bajos que le propinó su oponente, llevándole incluso, en más de una ocasión, hasta las cuerdas. El terrorismo tampoco se debatió en esta decepcionante y absurda pelea, cuando el «Faisán», por ejemplo, hubiera supuesto para el blandengue Rajoy otro golpe decisivo. Nada, que éste aspirante se dejó llevar como un chivo.
Sí, la corrupción está llegando a niveles muy elevados, como acabamos de ver en el «caso Urdangarín», duque de Palma –lo que va a palmar es su prestigio–, con una empresa fantasma que le embolsó unos suculentos milloncejos, y en la que, al parecer, su mujer, la princesa Cristina, figuraba como cajera, según ciertas informaciones. Este escándalo, de tan elevada y principesca corrupción, salpica a la Casa Real, habida cuenta de que un miembro de ella –«miembra», que diría aquella ilustre ministra– está metida en el pringue de esa empresa fantasma, que se beneficiaba de subvenciones oficiales que le otorgaba el Gobierno mallorquín. Y también el valenciano.
Sí, ya nada nos puede sorprender, pero sí indignar. Las corruptelas y los negocios sucios, cual es el caso que nos ocupa, se han generalizado de tal manera que ya afecta también a altas personalidades del Estado –un ministro está hoy bajo sospecha de pringue y mamandurria–, y de los aledaños de la Casa Real. Y el pueblo llano, hala, hundido cada vez más en la crisis y sus funestas consecuencias, viendo cómo los que tenían que ser un ejemplo para la sociedad se enriquecen por medios ilícitos y corruptos, y ya no sólo sus señorías sino también ministros, duques y príncipes. «De iure». Sí, conforme a derecho, de acuerdo con la ley, aplíquese ésta, con el mismo rigor que a los demás, a esos corruptos de tan elevada categoría y linaje. Ese pueblo llano lo exige y demanda.
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