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Mejor lo bueno conocido que lo malo por conocer

18 de Noviembre del 2011 - Leonardo Loredo Parajón (Oviedo)

Más allá de la decepción experimentada por una gran parte de la ciudadanía, entre la que me incluyo, respecto a la acción política llevada a cabo en la gestión de la actual crisis, es absolutamente necesario llegar al día 20 de noviembre con el convencimiento de que los políticos no son todos iguales ni tampoco es igual la derecha y la izquierda.

Quien crea lo contrario es posible que no acuda a votar o si lo hace vote a la derecha. Al fin y al cabo a la derecha siempre se le perdona más, quizás porque muchos ciudadanos tengamos interiorizada la idea de que la izquierda, hasta en las circunstancias más adversas, tiene que ser en todo momento ejemplarizante. Cualquier excepción a esta regla tiene unos efectos negativos multiplicadores.

El paradigma más claro en España es Valencia. Es difícil no cabrearse ante la actitud tolerante y permisiva de una notoria mayoría de valencianos ante los desmanes e implicaciones en casos de corrupción de los dirigentes del PP en el gobierno de dicha Comunidad. Si fuera el PSOE el protagonista de tales situaciones, aunque lo hiciera en una proporción mucho menor, lo pagaría muy caro electoralmente.

El 20 de noviembre no podemos abstraernos de las causas y de los protagonistas que están propiciando esta angustiosa e indefinida crisis.

Más allá de la decepción experimentada por una gran parte de la ciudadanía, entre la que me incluyo, respecto a la acción política llevada a cabo en la gestión de la actual crisis, es absolutamente necesario llegar al día 20 de noviembre con el convencimiento de que los políticos no son todos iguales ni tampoco es igual la derecha que la izquierda.

Quien crea lo contrario es posible que no acuda a votar o si lo hace vote a la derecha. Al fin y al cabo, a la derecha siempre se le perdona más, quizás porque muchos ciudadanos tengamos interiorizada la idea de que la izquierda, hasta en las circunstancias más adversas, tiene que ser en todo momento ejemplarizante. Cualquier excepción a esta regla tiene unos efectos negativos multiplicadores.

El paradigma más claro en España es Valencia. Es difícil no cabrearse ante la actitud tolerante y permisiva de una notoria mayoría de valencianos ante los desmanes e implicaciones en casos de corrupción de los dirigentes del PP en el gobierno de dicha comunidad. Si fuera el PSOE el protagonista de tales situaciones, aunque lo hiciera en una proporción mucho menor, lo pagaría muy caro electoralmente.

El 20 de noviembre no podemos abstraernos de las causas y de los protagonistas que están propiciando esta angustiosa e indefinida crisis.

No podemos despistarnos geográficamente a la hora de saber dónde estuvo el origen de la crisis (EE UU) ni dar el mismo crédito al PSOK que a la derecha griega, que aunque ahora aparente escandalizarse por la situación que padece Grecia, fue la auténtica responsable de falsear alevosamente los datos económicos de su nación.

Por supuesto, no podemos olvidarnos de la necedad del PP, que mientras gobernó España propició el «boom» inmobiliario más irracional e insostenible de cuantos se hayan dado en la historia de la humanidad, ni de aquel bajito de bigote que nos metió en una guerra y se dedicaba a presumir por Europa ante quienes nos subvencionaban del espectacular crecimiento económico de España.

Aquellos polvos y otros muchos más repartidos por el mundo trajeron estos lodos. Por ejemplo, en España un altísimo porcentaje de desempleados provienen directa o indirectamente del sector de la construcción.

Sin embargo, resulta paradójico que los que promovieron las causas no paguen los efectos, y la izquierda, una vez más, se presta a gestionar una crisis que no propició de la forma más responsable y menos dramática para los trabajadores, pero muy poco rentable desde el punto de vista electoral.

Por justicia y por pura racionalidad antes de votar tenemos que reflexionar sobre todas estas cosas y darle a cada uno lo que se merece.

Siendo consciente de la importancia e influencia que tiene lo global sobre lo parcial y asumiendo que estamos ante unas elecciones generales, me gustaría trasladar un último mensaje a los que comparten conmigo y cada día el espacio territorial que representa Asturias, dentro del marco general de España.

En nuestra comunidad la izquierda siempre favoreció la estabilidad y el progreso. En la única ocasión que accedió al poder el PP, con la cómplice abstención de IU, la derecha asturiana dedicó más tiempo a sofocar sus guerras intestinas que a los problemas de Asturias.

Desde entonces la derecha sigue peleándose y sus dos facciones no parecen dispuestas a abandonar las armas. Cascos no va a conformarse con la rendición de sus antiguos compañeros y ahora adversarios, exigirá que hinquen su rodilla en el suelo. Desconocemos cuál será el resultado final de esa guerra y cómo será esa derecha de futuro en Asturias.

Ante esta preocupante e indefinida situación es incuestionable que Trevín y Areces, dos personalidades políticas con gran experiencia política y capacidad de trabajo, representen el proyecto más solvente y con mayores garantías para los asturianos, el del PSOE.

En esta ocasión está claro que mejor lo bueno conocido que lo malo por conocer.

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