Trato vejatorio

15 de Noviembre del 2011 - Manuel Ángel Fernández Melendi (Lludeña (Piloña))

A través de esta sección quiero poner en conocimiento de los lectores lo sucedido en el Hospital de Arriondas el pasado día 12 de septiembre con mi abuela como protagonista de los hechos.

Espero que el sentimiento de indignación que todavía me invade en estos mismos momentos a pesar del importante período de tiempo transcurrido (casi dos meses) no me haga desviarme del asunto, por lo que voy a relatar los hechos de la manera más aséptica posible.

Mi abuela estaba convaleciente de una operación de cadera y la ingesta de los antibióticos había provocado en ella alguna que otra reacción intestinal, de manera que padecía una leve diarrea. Por ello, ese día 12 de septiembre, sobre las seis y media de la mañana, se vio obligada a pedir una cuña a la auxiliar de enfermería. Ahí ya empezó la odisea.

La citada auxiliar entró de muy malos modos, le dio la cuña que mi abuela solicitó y le dijo que se la pusiera ella misma (¡recién operada de la cadera!); como eso era materialmente imposible, al final, y a regañadientes, accedió a ponérsela, pero mi abuela advirtió que había quedado mal colocada y así se lo hizo saber, a lo que la susodicha respondió con las siguientes palabras textuales: «Pa cagar y mear todo junto no nos va a dar, así que así se queda». Y ahí queda eso, señores lectores. Si una persona que se supone cualificada trata así a los pacientes, qué podemos esperar ya. Pero eso no fue todo.

Cuando mi abuela terminó, tocó el timbre para que le retiraran la cuña y la asearan, pero resulta que el timbre no funcionaba; gracias a que su compañera de habitación traía consigo un teléfono móvil pudo comunicarse con el propio hospital para pedir que alguien volviera a pasar por allí. Después de esperar casi 40 minutos las pacientes seguían inmovilizadas e incomunicadas, hasta que llegó la citada auxiliar, le retiró la cuña y se fue sin ni siquiera limpiarla.

¿Ese es el trato que merecemos los ciudadanos?, ¿para eso pagamos religiosamente los impuestos y mantenemos el sistema?

Después de esto y a consecuencia de todo lo acontecido, mi abuela, devorada por la angustia y los nervios, pidió a la auxiliar que le trajera una tila, a la que la auxiliar respondió que tenía mucho que hacer y que esperara al turno de mañana.

¿Qué les parece, señores? Evidentemente, nosotros presentamos una queja en el hospital, sin que hasta la fecha hayamos obtenido respuesta alguna. Entre tanto, he creído conveniente dar a conocer este suceso para contribuir con mi testimonio para que lo sucedido a mi abuela no se vuelva a repetir con ningún otro paciente.

Todos los que en alguna ocasión hemos estado ingresados sabemos que en tales circunstancias nos encontramos a expensas del buen hacer de los profesionales, y también sabemos que en el 99% de los casos esos profesionales dispensan toda la atención, el cuidado, el cariño y la eficiencia requerida por los usuarios, y que precisamente ese buen hacer no se debe ver enturbiado por los malos modos de una persona cuyo comportamiento perjudica a los pacientes, así como al buen nombre del hospital y sus compañeros. Por ello, pido a la dirección del hospital que tome nota del asunto.

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