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Vecinos solidarios

11 de Abril del 2009 - Ana Fernández San Miguel (Gijón)

Me decido a escribir esta carta porque creo que deberíamos parar un momento y pensar ¿qué es lo que está pasando en esta sociedad?, ¿dónde está la solidaridad? y ¿la humanidad?

Tengo una niña de 3 añitos y hace un año y medio sufrió un trágico accidente, quedándose en un estado vegetativo. Mi hija no habla, no camina, no se comunica, come por una sonda... Supongo que ustedes se pueden imaginar qué desgracia tan grande, lo peor que te puede pasar en la vida, sobre todo a unos padres.

Cuando todo esto sucedió tuve que cambiarme de casa. Me fui a vivir al mismo edificio que mis padres. Era lo mejor que me podía pasar dentro de mi terrible situación. Después de estar allí más o menos un año, nos damos cuenta de que la niña va creciendo y su silla especial pesa mucho, así que nos es ya casi imposible subirla por los cinco escalones que hay en el portal.

Antes de seguir, quiero mencionar que este edificio es propiedad de una familia que me conoce desde que yo era pequeña, los tengo en las fotos de mi bautizo, comunión y cumpleaños, a alguno de ellos me dirigía incluso como tío...

A través de nuestro propietario (que tengo que decir que no tiene nada que ver con todos sus hermanos, más aún, nos ha ayudado en todo lo que ha podido, e incluso se ha enfrentado a sus hermanos por nosotros y nuestra hija), les solicitamos instalar un salvaescaleras, ya que nos parecía la solución menos dañina para el portal, puesto que no había que hacer ningún tipo de obra. Se les dejó claro que no tendrían que abonar nada (porque por supuesto ninguno de ellos quería), sólo les suplicamos que nos dieran el permiso, ya que sin éste, al estar nosotros alquilados, no lo podíamos hacer.

Pues bien, cual es nuestra sorpresa cuando mediante el acta de la reunión nos enteramos de que no, no hay permiso. ¿Por qué? Nos preguntamos y se preguntarán ustedes... Sencilla y tristemente porque nos les da la gana.

Con todo lo que nos ha ocurrido parecerá ridículo que describa este episodio como el peor varapalo que me he llevado en toda mi vida, pero es que nunca nadie me había hecho tanto daño con su falta de humanidad y menos tan a propósito y con tanta frialdad.

Por eso no puedo dejar de preguntarme: ¿Qué está pasando?, ¿en qué clase de sociedad vivimos?, ¿dónde está todo en lo que yo creía?, ¡esa buena gente! y ¡esa solidaridad!, necesito volver a creer en todo eso.

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