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Vimos caer a un buen demócrata y no dijimos nada

15 de Noviembre del 2011 - Juan Fernández Carnicer

Alfonso Guerra decía estos días que el mundo no podía soportar que los que mandan no se pusieran de acuerdo para derrumbar a un dictador en Siria y sí para impedir que un primer ministro legítimo haga una consulta a su pueblo sobre algo que afecta sustancialmente a sus vidas.

Hemos asistido esta semana pasada a una cascada de interpretaciones diversas sobre la intención del primer ministro griego, Giorgios Papandreu, de someter a referéndum el denominado rescate griego. Una apuesta democrática que, con la complicidad de Bruselas, ha acabado con el premier griego.

Un acuerdo semejante parecía razonable que contara con el visto bueno y el refuerzo de la ciudadanía. Los retrasos calculados de año y medio, y, en ocasiones, muy lucrativos de algunos países europeos en el rescate han provocado que en el país heleno, desde mayo de 2010 la tasa de paro haya subido 5,4%, el PIB, sufrido un decrecimiento del 1,5%, la deuda, aumentado 16 puntos y el diferencial con el bono alemán a diez años haya pasado de 549 a 2.287 puntos básicos. Sin embargo, ahora no era posible esperar apenas un mes para que los griegos se implicasen en su futuro.

Si era un buen acuerdo, se podía explicar; si no lo era, se podía justificar como consecuencia de la situación. Pero lo que no cabía era que no fuera compartido con sus verdaderos protagonistas. Europa debe ser edificada sobre la base de la verdadera solidaridad, no con migajas, paternalismo y asistencialismo. En Grecia viven personas de carne y hueso y el paripé franco-alemán en el retraso en la puesta en marcha de verdaderas medidas de gobernanza económica que pongan freno a las tensiones financieras está agravando la situación de muchos países europeos y haciendo mucho daño a la credibilidad de Europa.

No es mi intención restar deméritos a los griegos por el lío en que han metido a su país pero cargar con la culpa a Papandreu, un socialista honesto y capaz, es una auténtica felonía. Papandreu heredó hace apenas dos años unas cuentas falseadas por la misma oposición que hoy se permite el lujo de condenarlo al abismo en connivencia con los más poderosos que ven amenazadas sus comisiones por la democracia. Que Grecia necesita reformas estructurales no es ningún secreto, ver la evolución comparativa con España les debía sacar los colores y bien harían en pedir cuentas a quienes les han desgobernado, sin olvidar la autocrítica personal de cada griego por haber desaprovechado su ingreso en la Unión para hacer de Grecia un país competitivo. Sin embargo, este hecho fatal no justificaba esta tragedia griega.

La política necesita una alianza con las sociedades por las que trabaja para combatir las presiones de los que especulan con lo que es de todos. ¿O lo que queremos para nuestro inmediato futuro es el gobierno de las agencias de calificación? Los ciudadanos confían su representación en unas personas para que la ejerzan y éstas no deben declinar su responsabilidad pues se estaría prostituyendo la democracia misma.

Sé de buena tinta que en las instituciones europeas se trabaja mucho y bien, pero su comportamiento en la consumación de esta tragedia es motivo de honda preocupación para los que creemos que la democracia nunca debe ser percibida como una amenaza. También en Italia ahora se vuelve con el mismo modus operandi. Debemos decir no a que gobiernos sin legitimidad democrática tomen decisiones que afectarán a toda una generación.

Nadie podía negar los efectos negativos a corto del referéndum planteado en Grecia, sobre todo para la financiación de países como España y los retrasos que suponía en calendarios endiablados de la economía, pero más grave aún era –es– la desconexión ciudadana que ya se está produciendo entre representantes políticos y representados por falta de explicación de los grandes acuerdos en torno al euro. Grecia necesitaba ese refrendo democrático a la altura de lo que somos, democracias del siglo XXI, no es posible dar por buenas las interminables reuniones del Consejo Europeo con la simple convalidación de las agencias de calificación o, mejor llamadas, de los intereses creados, en terminología acuñada ya entre nosotros por Benavente, que fue Nobel aunque hoy sea un desconocido. Recuperar la política como instrumento para gobernar con prosperidad los pueblos es la primera de las medidas a tomar y esto pasa por gestos como al que Giorgios Papandreu le ha costado su vida política para disgusto de los que en su persona y en la democracia creemos.

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