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El clamor de las voces

20 de Noviembre del 2008 - Jose Antonio Burriel

La lacra de la violencia sobre las mujeres puro machismo, para entendernos es un verdadera indignidad para la sociedad. Y lo es porque esa violencia ataca de un modo directo los fundamentos de toda sociedad que se precie de tal: libertad para todos, igualdad para todos, dignidad para todos.

Y vienen a mi mente dos ideas manifestadas en la reciente entrega de los premios «Príncipe de Asturias». En primer lugar, Todorov: Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros. Y no somos ciudadanos cuando permitimos, casi sin hacer nada, la barbarie de la violencia sobre las mujeres. ¡Casi sin hacer nada!

Ahora Ingrid Betancourt: Personas que no tenían, salvo su voz, ningún medio para ayudarnos; ellos no tenían fortuna ni tampoco poder, y mucho menos influencia; sólo tenían el insoportable peso del dolor nuestro; estos vecinos nuestros rompieron el circulo vicioso de la indiferencia. ¡Y todos somos vecinos de todos en esta aldea global en que se ha convertido la sociedad!

Basta ya de minutos de silencio que también, hay que alzar la voz. Y alzar la voz es apoyar a la mujer maltratada para que salga de su infierno. Ojalá ninguna mujer se encuentre sola «nunca caminaréis solos», reza el himno del Liverpool. Es compañía, es escucha, es tender la mano con el apoyo, es ¡que nunca camine sola!

Y alzar la voz es denunciar los malos tratos que suceden a nuestro alrededor. Los datos afirman que está creciendo el número de denuncias presentadas por familiares y vecinos. Debe seguir creciendo, se debe escuchar más alta la voz de quienes, rompiendo la indiferencia, se muestran solidarios con la mujer maltratada.

Un paso más en la lucha por erradicar la violencia machista es alzar la voz, pero una voz cercana, muy próxima a la mujer maltratada; una voz que la escuche, también muy cercana, el maltratador y que le pare los pies, que le detenga en su barbarie, que le muestre su indignidad.

Dejemos que los expertos mejoren las leyes existentes. Dejemos que los jueces hagan cumplir las normas y castiguen los delitos. La mujer maltratada necesita la voz cercana de los familiares, amigos, compañeros y vecinos. Rasguemos el silencio con nuestra voz firme y enérgica en apoyo a la mujer y denuncia del delincuente. Están bien los aplausos para los héroes, pero debemos salir de la masa de cobardes que callan, miran hacia otro lado o se encogen de hombros. Ojalá no se hable de héroes porque todos lo seamos, porque hayamos dejado de ser un tanto, o un mucho, cobardes.

No son estas palabras solamente poesía o manifestación de buenas intenciones. Son expresión de la necesidad que tiene la realidad social de esta lacra de estas voces cercanas. Y no sería honrado conmigo mismo si dejara de mencionar una voz cercana absolutamente necesaria para la victoria final: la implicación de la Policía Local es imprescindible y urgente.

Dice el aria: «Mi beso romperá el silencio». Pues eso, ¡que nuestra voz rompa el silencio y el clamor anime a la mujer y acalle al maltratador! Que nadie duerma; al alba venceré, venceremos.

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