Un buen potaje
Bien guardado en la memoria se mantiene el sabor de un buen plato de potaje. Ese plato tradicional de nuestra tierra, de nuestra infancia, de nuestro recuerdo más entrañable. Todavía recuerdo aquel plato humeante, compuesto de garbanzos, patatas, verduras, cebolla, ajo, perejil, huevo, pan rallado, y ese relleno, ese buñuelo flotando en el caldete celestial, donde se mezclaban los sabores de todos los ingredientes, y que ponía el broche de oro a este sencillo y gran plato a la vez.
Todo esto aderezado por la familia, alrededor de la mesa camilla, brasero de picón y polainas. ¡Qué recuerdos! Recuerdos de la niñez. Un buen plato de potaje alegra el alma, antes y ahora.
Por otro lado, y en la vanguardia, tenemos la cocina de diseño, donde el glamour, la presentación (en ese gran escenario que nada tiene que envidiar a las vajillas imperiales) el chef desarrolla su trabajada obra de arte; eso sí, casi con fórmulas matemáticas. Bien, con una buena dosis de imaginación, buena vista, y como siempre buen apetito, también se puede disfrutar de esta otra cultura naciente en este sector de la gastronomía.
Para algunas personas, las ventajas de los platos tradicionales con respecto a la cocina de diseño, tienen un valor añadido, como es unir al sabor culinario, los recuerdos entrañables de la vida.
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