Laboral, no mercantil
Por tergiversadas referencias a mi persona aparecidas con motivo del cese del director del Puerto de Gijón, he de aclarar algunos extremos a base de desempolvar recuerdos. Me había olvidado que los marchamos ideológicos son perpetuos.
La discrepancia con el señor Areces, entonces presidente del Principado y ordenante de mi cese, se refería a que él, con abogados complacientes, declaró mercantil mi contrato. Grave error, pues la condición laboral imperaba en todas sus páginas. Así lo obligaba una de tantas leyes de puertos (con preámbulos larguísimos), que nos privó de los derechos adquiridos como funcionarios públicos. Con esa declaración rebajaba la indemnización a un año de salario, en lugar de lo que me correspondía, según cláusula explícita, con el nihil obstat de la IGAE, copiada de los eres: 5-n-pensión.
Apoyaba su argumento en que yo era consejero de la Autoridad Portuaria. Como una S. A. cualquiera, vamos. Segundo error. Se trata de un organismo del Estado y mi presencia en el consejo obedecía a mandato de ley, la de Puertos, por ser director. ¿Es que se hubiera atrevido a declarar mercantil el contrato del gruista representante del sindicato? En lo social, la sustituta, señora Corral, se avino a esas argucias. En la apelación, los magistrados no dudaron. Rotundos. Pero el éxito no fue inmediato ya que recurrió y aún añadió una querella. No fui resarcido ni de los intereses de esos 4 años de retraso ni de los gastos ocasionados, pues la administración de justicia rehúye la condena a costas de la administración política, aunque haya temeridad.
También parece como si se hubiera hecho urgentemente un contrato para sorprender la buena fe del sucesor en la presidencia del Puerto. «... le firmaron a Joaquín Juan Dalac un contrato de continuidad...» Todo contrato de trabajo comporta continuidad, así que sobra la aclaración, salvo para imputar de inmovilismo. El señor Areces pretendía que, vistas las encuestas, el presidente hiciera, un año antes, dejación de sus funciones. No extrañe el provecho de los vaticinios. Vemos ahora la estampida de ineptos hacía paraísos internacionales, con peajes millonarios, claro.
En el ambiente del ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, nadie se hubiera atrevido a relacionar geografía y mediocridad como se pretende ahora por aquello del hierro, propiciado también por el complejo de aritmético menor. Con naturaleza levantina y ancestros valones, mediterráneos, aragoneses y de la villa y corte, no debe extrañar que ame otras tierras de España, como me enamoró también en 1985 esta bendita Asturias.
Me siento orgulloso de que, a pesar del aherrojamiento que imponía el estado casi policiaco y de las sospechas permanentes que despertaba el directivo técnico, lográramos, por ejemplo, editar la Memoria Anual en inglés (como Tarragona), suscribirnos a publicaciones técnicas internacionales en inglés y francés (como Barcelona); instalar el facsímil (como Tarragona); y disponer de registro del oleaje en tiempo real (primicia en España; antes que Barcelona y Tarragona).
Joaquín Juan Dalac, doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, fue director de los Puertos de Gijón y Tarragona y subdirector de Barcelona, Tarragona
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