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Chaqueteros, acomodaticios y otros

28 de Noviembre del 2011 - Julio García García (Oviedo)

Propiamente hablando el nombre de chaqueteros se refiere a los que se dedican a hacer chaquetas.

Pero en el lenguaje político se denomina «chaqueteros» a las personas que pasan de una determinada militancia política a otra de signo contrario, es decir, dan un giro de ciento ochenta grados.

Pero, ¿es justo llamar «chaqueteros» a todos los que cambian de militancia política?

Me parece que es preciso hacer una distinción: si una persona, por una mejor preparación intelectual, una mayor experiencia, una mejor información, etcétera, considera, en conciencia, que estaba defendiendo unas ideas equivocadas, falsas, y decide cambiar no merece ser calificado de «chaquetero».

Pero si la causa del cambio es la de un interés económico, profesional, social o ascenso político, en esos casos sí merece ese apelativo.

¿Son muchas las personas que merecen ser llamadas «chaqueteros»? No hay estadísticas, pero la opinión pública es que abundan. De vez en cuando se hace mención pública de personas que deciden militar en ideologías que no coinciden con las que profesaron sus antecesores familiares. Estas extrañeces son injustificadas. Las ideas de nuestros ascendientes no tienen por qué ser hereditarias, como lo son los bienes. ¿Por qué un hijo tiene que seguir en la militancia política de sus padres si considera que, aunque lo hicieran de buena fe, estaban equivocados? Debe ser la recta conciencia de cada uno y su libertad las que deben decidir.

Hay otro grupo de personas a las que no se les puede llamar «chaqueteros», pues su cambio no ha sido radical, no llega, quizá, más allá de los noventa grados, pero sí es notable un cambio en sus fervores políticos anteriores. Pudiéramos llamarles «acomodaticios», pues saben adaptarse a las nuevas situaciones. Una característica de estas personas, que no han perdido totalmente el sentido ético, es la de tratar de buscar justificaciones para su evolución política. Suelen decir: «Es que los tiempos cambian (como si los «tiempos tuvieran capacidad de cambiar); «las circunstancias no son las mismas»; «hay que vivir cara al futuro» (como si vivir cara al futuro supusiese cambiar de modo de pensar); «es que yo siempre fui demócrata» (de democracia partitocrática, se entiende), etcétera.

Pero la razón fundamental es que no se resignan a desaparecer del nuevo momento político, quieren seguir figurando, seguir teniendo notoriedad, continuar teniendo puesto en las nuevas nóminas económico-políticas, seguir supervalorándose. También en este grupo puede haber personas de buena fe.

Una nota que caracteriza a este grupo es que ni por casualidad se les verá en ningún acto que pueda recordarles militancias fervorosas anteriores.

Finalmente, existe otro grupo que no se les puede llamar ni «chaqueteros», ni «acomodaticios», pues no han militado en ningún campo político. Usando el lenguaje político actual, nunca fueron de derechas, ni de izquierdas, ni de centro. Viven al margen de la política y nadie les considera como «contrarios». Lo que sí les importa es su trabajo, su familia, sus intereses económicos o sociales. Generalmente no suelen votar o lo hacen en blanco. Solamente reaccionan cuando ven gravemente afectados sus intereses.

No debemos escandalizarnos demasiado ni por los «chaqueteros», ni por los «acomodaticios», ni por los neutros, pues es así la condición humana, que se mueve más por intereses que por ideales. Son menos los que son coherentes con sus principios y no les importa la marginación política, social e incluso profesional.

Julio García García, Oviedo

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