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Vicente, no te mueras nunca

29 de Marzo del 2009 - Padre Ángel García

Hay personas que no deberían morir, porque son valiosas, porque son amadas, porque son únicas. Hay personas cuya sola existencia nos hace seguir confiando en la Humanidad. Hay personas cuya vida mitiga las atrocidades que otros hayan hecho. Quien más merece incluirse en este grupo de hombres es Vicente Ferrer.

Un día, en Andalucía, escuché un piropo que le decían a un torero: “Maestro, no te mueras nunca”, le gritó un aficionado. Eso es lo que desde que hemos conocido el estado crítico de salud de Vicente Ferrer y su lenta agonía gritamos, corazón adentro, miles de personas en España, en la India, en todo el mundo: “Vicente, no te mueras nunca”. Y va a ser cierto. No por nuestro deseo, sino por su vida.

Vicente Ferrer no va a morir nunca. Los que creemos, sabemos que en cuanto acabe su vida terrena gozará de otra vida, eterna, junto al Padre. Le suban o no a los altares, a Vicente Ferrer, que fue un santo en vida, le espera la Gloria. No la gloria mundana, que su exquisita sencillez siempre quiso evitar, sino la verdadera, la buena, la definitiva.

Recuerdo su modestia cuando paseábamos por Oviedo en esos días de octubre de 1999 previos a su entrega del premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia, cuya candidatura tuvo el honor de presentar Mensajeros de la Paz. La gente se le acercaba queriendo tocarle y besarle. Él agradecía el cariño, pero creo que su modestia le hacía pasarlo mal.

Subtítulo: El Premio Príncipe de Asturias de la Concordia seguirá vivo en los corazones de todos los que le conocieron

Vicente Ferrer seguirá vivo en el afecto de los asturianos, o en el escenario del teatro Jovellanos, abrazando el premio y saludando al público con aquel traje de pana negro.

Vicente Ferrer seguirá vivo en la tierra: en los corazones de todos los que le conocimos, quisimos y admiramos (porque conocerle era amarle), así como en los de tantos que le amaron y confiaron en él aun sin conocerle. Pero, sobre todo, permanecerá en aquellos, miles y miles de personas -los más pobres entre los pobres-, a quienes ha dedicado su vida. Su inmortalidad está en los hospitales, escuelas, casas, pozos, caminos; en todas las comunidades y pueblos de su querida Anatapur. Vicente, su "Father", seguirá vivo mientras uno de esos niños aprenda a leer, mientras una de esas madres pueda alimentar y ver crecer a su hijo.

Gracias, Vicente, por tu testimonio, por tu obra; gracias por tu vida.

Gracias por seguir con nosotros para siempre.

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