El ocaso político de Cascos
Cuando alguien suscita grandes expectativas, las posibilidades de defraudar también son muy elevadas. Sirva este aforismo para ilustrar el contundente batacazo cosechado por la formación política liderada por Francisco Álvarez-Cascos en las elecciones generales que acabamos de celebrar. La fallida operación madrileña, que nunca debió llevarse a cabo, al menos de momento, junto con la pérdida de la práctica mitad de los apoyos que había cosechado en Asturias en las autonómicas del pasado mes de mayo, marcará, sin duda, el futuro político de este carismático y discutido líder y, con él, el de ese improvisado proyecto político que constituye Foro Asturias.
Álvarez-Cascos desembarcó en la política asturiana después de un tortuoso proceso que le separó del partido que le vio nacer y crecer en esa actividad. Errores propios y del PP, abundantes y abultados en ambos casos, le impulsaron a conducir una nueva formación independiente con el objetivo de hacerse con la Presidencia del Principado, asunto que consiguió gracias a un importante apoyo del electorado que estimó reunía los requisitos necesarios para acabar con los tradicionales problemas de nuestra región, mantenidos y acrecentados por los últimos gobiernos socialistas. El hastío de los asturianos, junto con los débiles oponentes que se encontró en la contienda electoral: un poco conocido candidato socialista y una inconsistente candidata popular, hizo el resto. Lo insólito y lamentable es que, a poco más de cuatro meses de su toma de posesión, ya le haya dado la espalda tan considerable número de ciudadanos. Las causas parecen bastante claras: un estilo de gobierno basado en la continua confrontación, con toma de decisiones apresuradas sin previa medida de su alcance y consecuencias; la falta de capacidad de diálogo con la oposición para consensuar los aspectos más decisivos e importantes, máxime considerando la débil relación de fuerzas que le sostiene en el Parlamento; la aparente falta de orientación que la mayoría de los miembros del Ejecutivo transmite en sus comparecencias públicas, en las que, salvo las obligadas excepciones de toda regla, proyectan una imagen de falta de capacidad y oficio para el ejercicio de sus funciones, junto a lo poco que el propio Cascos se prodiga en esfuerzos para recomponer esta penosa situación, justifican esta brusca caída y, lo que es más, parece anunciar que lo peor está aún por llegar.
A partir de esta nueva realidad, con un PP crecido por el reciente éxito electoral, lo que le cura, en parte, de las profundas heridas sufridas en los anteriores comicios autonómicos asturianos, y con un PSOE que ya no tiene nada que perder, la supervivencia de Foro en el Gobierno de Asturias se presenta más difícil y complicada que nunca. Las primeras declaraciones realizadas por los máximos responsables de esta organización, al tiempo de conocerse los resultados electorales que los relegaban a la tercera fuerza política en el Principado, con una abrumadora diferencia sobre sus más inmediatos rivales, en las que no realizaron ni un solo ejercicio de autocrítica, manifiestan que no tienen propósito de enmienda y no presagian, precisamente, un buen futuro.
Con un Gobierno asturiano condicionado y maniatado por la oposición, con el agravante del correctivo que acaba de recibir en las urnas, las posibilidades de supervivencia se reducen a la mínima expresión. En este escenario, solo caben dos posibilidades: moción de censura o adelanto electoral. Como el primer caso requeriría una alianza PSOE-PP y, en este momento, no creo que los populares se atrevan a mojarse de forma tan clara, parece que no quedará más recurso que acudir al segundo. Una gran pena y una pérdida de tiempo y recursos que no nos deberíamos permitir, pero, en cualquier caso, y dado que nunca hay nada malo que no pueda empeorar, siempre será mejor actuar temprano que tarde.
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