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Violencia contra la mujer

29 de Noviembre del 2011 - José Enrique Alonso López

La violencia no es innata en el ser humano, es el resultado de la evolución cultural, siendo en la infancia en donde con más importancia se pueden aprender y generar las futuras conductas violentas, siendo este punto de vital importancia para afrontar programas de prevención. Es uno de los principales problemas sociales que tiene nuestra civilización, siendo su objetivo simbólico y real el control con la dominación o la posesión de otra persona, tratando así de resolver conflictos a través de la fuerza.

La violencia de género es fruto de consolidación de un sistema de poder y de relaciones sociales erróneas basadas en el ámbito familiar, en el dominio del hombre sobre la mujer, al ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.

Nuestra Constitución incorpora en su articulo 15 el derecho de todos a la vida y a la integridad física y moral, sin que en ningún caso nadie pueda ser sometido a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes, y así mediante la ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre se crean las medidas de protección integral contra la violencia de género.

La violencia de género es el maltrato de la mujer tanto físico o psíquico por el varón dentro de la pareja, con independencia de la fase en que ésta se encuentre (noviazgo, ex pareja, matrimonio), es decir, por el vínculo afectivo-sexual existente entre la víctima y el agresor. Diferenciándose de la violencia doméstica, en la cual las acciones violentas son las de un miembro de la familia frente a otro, siempre que no sea la mujer en la pareja.

La violencia de género suele seguir un patrón con diferentes fases que se repiten en el tiempo y conforman un ciclo, que puede variar tanto en el tiempo como en intensidad, teniendo unos matices distintos en cada pareja.

Al principio y durante una primera etapa se produce un aumento de la tensión, ocurriendo incidentes de agresión menores, caracterizándose por un aumento gradual de la tensión, donde el agresor expresa hostilidad, pero no llega a ser de forma violenta ni muy agresiva. La mujer en esta situación cree que puede controlarla, y para ello procura calmar al agresor y complacerlo, evitando el hacer aquello que le moleste. A pesar de ello la tensión seguirá aumentando, llegando a ser insoportable, y es en este momento cuando se pasa a una segunda fase o etapa en la que se produce la agresión, en ella estalla la violencia, se produce ya la agresión bien física o psíquica, descargándose todas las tensiones que se han venido acumulando en la anterior etapa. Esta fase es la más breve de las tres, suele durar por lo general entre dos y veinticuatro horas, aunque algunas mujeres relatan una continua situación de terror una semana o más. Suele ser entonces en esta etapa cuando la mujer denuncia la agresión.

Todo puede quedar así con la denuncia, o haber una tercera fase o de conciliación, también llamada de luna de miel, pues se caracteriza por un comportamiento extremadamente cariñoso, amable y de arrepentimiento por parte del agresor, pues sabe que ha ido demasiado lejos y trata de compensar a la víctima, con la creencia de que puede controlarse convenciendo así a la mujer, la cual puede retirar las denuncias que pudieran existir. Este cambio radical en el comportamiento del agresor puede provocar en la víctima el perdón, y así el reinicio en el ciclo pudiéndose perpetuar en el tiempo.

La dependencia emocional es la base para mantener esta relación, bien por la necesidad afectiva extrema que un sujeto puede sentir hacia otro a lo largo de su relación de pareja, e inclusive en otras ocasiones por la dependencia económica. Pero dicha relación es desequilibrada, pues se caracteriza por una baja autoestima en la mujer, miedo a la soledad, y subordinación de la víctima a la necesidad de posesión y control por parte del agresor. Esta dependencia emocional es la que se viene argumentando del por qué las mujeres no abandonan a sus agresores, e incluso pueden seguir con ellos a pesar de las reiteradas agresiones.

Los hombres que tienen un mayor riesgo de tener conductas violentas son aquellos que pueden haber contemplado cómo su madre era maltratada o que ellos fueron víctimas de maltrato en la infancia, y tan solo aproximadamente un 10% cumple criterios de algún trastorno psiquiátrico.

Hasta hace algunas décadas el fenómeno de violencia contra la mujer no había sido estudiado ni sacado a la luz, por tratarse de un hecho ocultado por sus protagonistas, siendo hoy en día un fenómeno que se nos informa y denuncia con bastante frecuencia, y que termina a veces en funestas consecuencias, en los tribunales de violencia contra la mujer. Todas las mujeres víctimas de la violencia de género, con independencia de su origen, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social tienen garantizados los derechos sociales, psicológicos, laborales y también jurídicos reconocidos en la ley. Todos estos servicios actuarán coordinadamente y en colaboración con los cuerpos de seguridad, los jueces de violencia sobre la mujer, los servicios sanitarios y las instituciones encargadas de la prestación de la asistencia jurídica a dichas víctimas, siendo totalmente gratuita dicha asistencia por abogado y procurador a las mujeres que acrediten insuficiencia de recursos para poder litigar, pero en un principio de forma inmediata a todas las víctimas que lo soliciten, sin perjuicio de que si no se les reconoce posteriormente el derecho a la asistencia jurídica gratuita debido a su situación económica estas deberán abonar al abogado los honorarios devengados por su intervención.

En cuanto a los medios de comunicación, es muy importante que fomenten la protección y salvaguarda de la igualdad entre el hombre y la mujer, evitando toda discriminación entre ellos.

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer fue aprobado en la Resolución 50/134 de 17 de diciembre 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrándose anualmente cada 25 de noviembre.

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