Más allá de la vida
Una de las ventajas de mi jornada laboral es que me impide ver eso que llaman el «prime time» televisivo. No obstante, en el día de ayer vi la televisión, con la enorme suerte de que se estaba emitiendo un suceso sobrenatural e increíble. Allí en la caja tonta (más tonta que nunca, por cierto) estaba la bióloga Ana Obregón con una señora extranjera, una tal Anne Germán, que realizaba algo sobrenatural y a la vez muy práctico: nos conectaba con los muertos.
Ana Obregón sintió –o al menos eso quise entender– cómo un antiguo novio ya fallecido le tocaba un brazo.
Esta señora extranjera realizó verdaderos prodigios, pero el zenit apoteósico paranormal llegó en el momento en que afirmó desde el más allá que Ana Obregón «en un cajón guarda, como recuerdo, una camiseta», cosa que, en opinión de Ana, nadie podía saber. Desde mi falta de sensibilidad cósmica, me chocó que esa médium todopoderosa necesitase un traductor para hablar con la invitada, pero no lo necesitase para comunicarse con los muertos, luego, bien pensado, me di cuenta de que a mí también me resultaría más fácil hablar con un muerto que con un Ana Obregón.
Estas letras son mi humilde testimonio de gratitud hacia Telecinco por hacernos vivir algo tan excepcional.
Yo, ingenuamente, sentía admiración por Leonardo, Miguel Ángel, Einstein, etcétera, vivía abducida por mis quehaceres y, pese a que ya intuía que el mundo global y las plataformas de comunicación sin duda aportaban prodigios a la humanidad, no era consciente de la magnitud de los mismos.
¡Dios nos coja confesados!
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