El estoicismo

2 de Diciembre del 2011 - José Antonio Coppen Fernández (Lugones)

Es a Epicteto a quien debemos la distinción entre las cosas que dependen de nosotros, es decir, nuestros movimientos, nuestros deseos o nuestras inclinaciones, y las que no dependen de nosotros; a las que debemos aceptar como llegan. No vamos a ocultar, no tenemos por qué, nuestra superior querencia por los clásicos griegos que por los contemporáneos. Hemos de advertir, sin embargo, que no somos eruditos en nada, y menos en antigüedades. Pensamos que todos deberíamos asumir la filosofía del estoicismo, para llevar con mayor entereza los avatares que nos depara en su tránsito la vida. Dichoso quien sea capaz de olvidar lo que no tiene remedio, según reza en el texto del libreto de Richard Genée de la opereta cómica «El murciélago».

Zenón, algunos años antes de Cristo, fundó en Atenas la escuela filosófica del estoicismo. Se distinguen tradicionalmente tres períodos: El del propio Zenón, luego Séneca y, por último, Epicteto, un esclavo. En alguna otra ocasión afirmamos que los clásicos griegos nos legaron un inmenso manantial de sabiduría. Y nos atrevemos a señalar, que a lo largo de los siglos, la humanidad no la ha tenido muy en cuenta, pues de haberla aprovechado, nos hubiera ido mucho mejor.

Como señuelo para el despertar de cada jornada, deberíamos de ejercer de aprendices y humildes toda la vida, aprovechando las lecciones y experiencias que nos depara la sabiduría ajena. Incurrimos reiteradamente, sin percatarnos, en actitudes que deberíamos corregirlas. Sin embargo, en vez de preocuparnos en progresar para evolucionar hacia la madurez, vivimos ocupados en cuidar de la imagen, la estética, de las dietas y de los rayos uva. Observando a nuestro alrededor, nos percataremos de que son menos los seres que viven mirando la ventana del futuro, que los que utilizan el espejo retrovisor para sumergirse en las aguas de ese turbulento río que es la nostalgia; cuando se ha demostrado que, si se prolonga ese estado, se convierte fácilmente en una enfermedad incurable. Hasta en esto reparó la sabiduría griega, sentenciado que la nostalgia significa «regreso y dolor», que describe a menudo un anhelo de pasado idealizado y poco realista.

Por eso, hemos de afrontar el futuro de nuestras vidas con entereza de espíritu y estoica resignación. No hay que mortificarse. De nada nos servirá para alcanzar el más mínimo alivio, al contrario, nos llevará aún más a ahondar en la llaga que nos oprime. Epicteto, fue vendido como esclavo al azar en los mercados a Epafrodita, quien le puso a prueba, aprisionándole la pierna en un borceguí de tortura. «Me vas a romper la pierna», le advirtió. Pero su amo continuó. «Te había prevenido, le recordó Epicteto, acabas de rompérmela». Su sabiduría se resume en dos palabras: «abstente y soporta».

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