ALELUYA
Es la canción, para mí de Cherry Navarro (q. e. p. d.), que es quien me la trae a la memoria:
Una lágrima en la mano,
un suspiro muy cercano,
una historia que termina,
una piel que no respira,
una nube desgarrada,
una sangre derramada,
Aleluya. Etc. Etc.
El haberla recordado, quién sabe porqué, pone en marcha un automatismo que me lleva a escribir, de la misma forma, algo diferente.
Esta es mi canción:
Un votante mentecato,
alpargata de zapato.
Los farsantes al poder,
roedores a roer;
conchupantes a chupar,
infelices a pagar.
Aleluya.
Leyes para besugos,
sentencias para tarugos;
regodeo de delincuentes,
inocentes penitentes,
Justicia que da dolor,
además de mal olor.
Aleluya.
El carro va por delante,
signo del buen talante.
Camarilla de traidores,
son los buenos servidores;
la impunidad los ampara,
no mide la misma vara.
Aleluya.
El dinero que es tangible,
se roba y es invisible;
nunca vuelve a su cajón,
descojone del ladrón.
Cuatro días de servicio,
para un vidón vitalicio.
Aleluya.
Y como remata la canción, incluyendo una aclaración y cambiando un verbo: Éstas, y un millón más, son las cosas que me hacen recordar este mundo absurdo que no sabe a dónde va.
¿Lo sabrá Rajoy? Y si lo sabe, ¿tendrá los cataplines necesarios para cambiar el rumbo?
No hacia donde va el mundo por este camino, eso lo ve cualquiera que quiera verlo, sino si Rajoy y los demás líderes mundiales se decidirán a construir una nueva red de autopistas por la que transite la Justicia.
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