Otoño en Benidorm
El otoño está en su pleno apogeo: los días más cortos y, climatológicamente, el frío, la lluvia y el ambiente desapacible están más que presentes.
Pero hay un sitio en España que, con su microclima benigno, está totalmente al margen en cuanto a climatología se refiere. Ese lugar se llama... Benidorm. Salir de los ambientes otoñales para encontrarse con el sol y sus playas, acogiendo a tantas personas que buscan ese preciado don.
Poder pasear en bañador, camiseta y sandalias; algún que otro chapuzón y beneficiarse del bienestar de las terracitas, tomando unas cañitas o el vermut, abrigando a los turistas con ese calor y color frente al Mediterráneo.
Contraste, en esta época, es que mientras disfrutas de un clima propio de la estación más estival, los establecimientos animan sus escaparates ofreciendo árboles, guirnaldas y otros objetos relacionados con la Navidad.
¡Imaginaos! saboreando una cerveza helada, empapándonos del sol y la brisa del mar acariciando vuestro rostro mientras, a vuestro lado, en una tienda un papa Noel gigante anuncia la Navidad con una pegadiza canción.
También es el lugar de variopintos personajes. Uno de ellos se llama Claudio y es un mimo que se pone a diario en una de las calles de la zona vieja de la ciudad. Su personaje: un paciente señor con traje y paraguas, totalmente pintado de gris que, sentado en una silla, está dedicado a la lectura de un libro.
Es tal su inmovilidad que cuando la gente le deposita unas monedas, éste responde con una educada reverencia, rompiendo el encantamiento de su quietud.
Inmortalizado en una foto, seguí su pista con el fin de regalársela. Misión difícil, pues perdí su rastro hasta hoy, un año después, que iniciando mi caminar hacia el lugar donde suele mostrarse, pude encontrarlo y charlar con él. La ilusión al hacerle entrega de la foto fue de mutua satisfacción.
Misión cumplida –me dije–. Mi mejor homenaje a esas personas que, desafiando al tiempo, se ganan la vida con esa forma de trabajo tan artística y elaborada.
Esto es Benidorm.
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