Un mundo nuevo
Se produjo el milagro. La noticia corría como la pólvora en los medios de comunicación. En la calle, con el deambular de las gentes a modo de algarabía, se hacía patente. La guerra había terminado. Sí, esa guerra absurda entre los habitantes del planeta, donde las diferencias entre las personas, fueron originadas por el desarrollo involucionista de esa sociedad que, el hombre creyó inventar para todo lo contrario.
El concepto de sociedad ha sucumbido por ser un fraude; El progreso como individuo se entiende fuera del gueto de la sociedad; Han sido erradicadas las diferencias entre las personas; Los todopoderosos magnates del dinero han sido reducidos; Todos los habitantes del planeta tienen cubiertas sus necesidades básicas, al haber llegado a un acuerdo con nuestra madre naturaleza; El hambre ha sido desterrada; El hombre ha entendido que la religión es necesaria para el hombre, no para Dios; Los recursos naturales no son expoliados, decían entre otros, los titulares de la prensa de aquel día.
Después de miles de años, el hombre ha sido capaz de entender que, no sólo la visión debe entenderse de dentro afuera, hay que ser consecuentes con el resultado de nuestra vida, que pudo venir desde fuera y nos dejó albergarnos dentro.
No somos dueños de nada recalcaba la prensa aquel día.
Amanece un mundo nuevo en un planeta cuyo dueño es el espacio, y que por fin sus habitantes, han demostrado suficiente capacidad cósmica para entenderlo.
¡Felizmente, la guerra ha terminado!
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