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Cuando leo, me cabreo

13 de Diciembre del 2011 - José María Jesús González (Madrid)

Aunque últimamente me siento algo más optimista, porque me parece advertir que todo eso de izquierdas y derechas va perdiendo tono y ojalá pierda vigencia para bien de todos. No parece lógico, ni explicable a nuestros nietos, que los ciudadanos españoles nos dividamos en dos creyéndonos mejores unos que otros y no juntemos clara y honradamente nuestras fuerzas para conseguir superar la ruina que amenaza y atenaza al conjunto de la nación española. No se merecen esto gentes tan sacrificadas y trabajadoras como siempre han sido las mujeres y los hombres que dejaron sus mejores años en los campos, en la mar, en la mina y en las fábricas de España.

Cuando leo, me cabreo. Porque algún día querrán saber nuestros nietos qué es lo que hemos hecho entre todos, sobrados de esfuerzo y también de palabrería. Les diremos que tuvo la culpa Europa. Y puede que estemos en lo cierto si observamos aquellos años de risas, comilonas y palmadas en la espalda que tenían lugar en Bruselas, donde se ganaba mucho y no se tomaba muy en serio la marcha de las cosas.

Cuando leo, me cabreo, porque muchas veces dijo este humilde juntador de palabras, en el, de momento, desaparecido «Eco de Luarca», de tan grato recuerdo, que sólo mandarían Alemania y Francia, y los demás, criadinos, de Segunda B. ¡Ay, el mi Oviedín del alma!

Cuando leo, me cabreo, porque nos dice Velarde Fuertes que, hace doscientos años, en Puerto de Vega, nuestro Jovellanos, en su lecho de muerte dijo: «¡Nación sin cabeza...! Desdichado de mi...!».

Me cabreo, porque me pregunto si hemos mejorado algo. Y me duele que existan cabezas de izquierdas y de derechas que tanto nos enfrentan y que ya no vienen a cuento, sino que deberían aplicarse el cuento y tratar de arreglar esto, para que nuestros nietos no tengan que pedir cuentas de nuestra gestión y proceder. Ideas, muy bien. División, muy mal.

Me cabreo, porque perteneciendo a la diáspora desde que dejé mi pequeña aldea al no haber en ella nada que rascar, leo ahora que en el final de un Pleno en el Ayuntamiento de Oviedo se cruzaron palabras gruesas y amenazantes que a todos los asturianos nos dejan mal sabor, estemos donde estemos. ¡Tengan cabeza, hombre! ¡Qué dirán los nietos! Jovellanos ya no lo puede decir.

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