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El «diablo» debe cambiar

13 de Diciembre del 2011 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Esta crisis es algo más profundo: es un cambio de civilización. Obsesionados con lo práctico (que es muy práctico), nos olvidamos de la ética (un ideal). No aceptamos la libertad individual salvo la ligada al poder y la dominación: ese ha sido el problema. No vemos que la libertad no se posee, sino que se entrega y que, con ella, se confiere la responsabilidad. Hemos de decidir libremente como aprovechar el tiempo de nuestra vida para poder dejar un mundo mejor a los que vienen detrás y, fuera de ese propósito de libertad individual para el futuro, no tiene sentido ni el progreso ni la evolución. Ocurre, sin embargo, que para buscar el progreso del mundo a través de la Historia, hemos instaurado el modelo de la confrontación: el vencedor gana libertad, el vencido explotación. Esa bestialidad de amar al próximo únicamente por su utilidad para nuestro egoísmo, nos ha impulsado a descubrir grandes avances tecnológicos. Una competitividad bastante exenta de colaboración, como demuestran las dos últimas guerras mundiales y el sinfín de las locales sobrevenidas. Sin embargo ese desarrollo tecnológico adquirido nos puede permitir un cambio de civilización hacia el bien. En este sentido, nada de lo anterior puede permanecer bajo el argumento de que siempre se hizo así. La ética y el bien de las personas, el derecho a su libertad, son los únicos paradigmas: el futuro debe ser libre y, como tal, todo será posible. Ahora sabemos que el aleteo de una mariposa en Pekín puede causar un huracán en Miami, pero también ahora podemos prever el huracán, ver como se forma y seguirlo en tiempo real. Por tanto, la consecuencia practica es inminente: no nos debe preocupar la libertad de las mariposas con su aleteo, y sí comprender el devenir del mundo en libertad.

Los hechos históricos nos han traído a este desarrollo tecnológico: la cibernética (con sus sistemas de retroalimentación), la informática (con sus posibilidades de rapidez y análisis programado), las telecomunicaciones (con todas sus posibilidades para informar), y la energía nuclear con todo el avance del conocimiento para vislumbrar la verdad física de la existencia, pero ningún cambio ideal o práctico en el modelo social salvo la ONU, el FMI y el BM, organismos que nunca sirvieron para sus propósitos declarados, sino que sirvieron para instaurar la más depravada competitividad y explotación de la pobreza de forma falaz y ladina.

Con el desarrollo tecnológico se puede producir más y más barato, pero cada vez se emplea a menos gente para ello, tal producción sólo llega a la gente que la puede adquirir; los desempleados que se caen del sistema no pueden adquirir sus productos. Entonces el sistema se inventa formas de mantener el consumo como el crédito desmesurado: así llegamos al 300% de deuda sobre el PIB en el mundo. No se está hablando de sistemas dinámicos de libertad personal y aleteos de mariposa, sino de algo tan intangible como mercados y apuestas, juegos mafiosos de ricos que dejan a la mayoría de las personas atrapadas entre: su desempleo tecnológico o su explotación. Sin empleo no existe el reparto justo y necesario de la riqueza, al competir personas con robots. Este modelo que nos trajo hasta aquí ha quedado deslegitimado, urge por tanto, que la ONU, el FMI y el BM cambien del modelo: del [ Y = K.x ], hacia un modelo de Renta Básica universal de reparto de la riqueza [ Y = K.x + RB ]. Un modelo que permite la libre competencia y la libertad personal con su término independiente de RB, un modelo que facilitará la posibilidad de elección de productos para el consumo: el más necesario y económico se pondrá de moda y tendrá éxito.

Pero, para todo esto: el «diablo» debe cambiar y reconvertirse en ángel. ¿Querrá hacerlo y salvarnos? O nos conducirá directamente al infierno.

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