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La inmigración de nuestra juventud

20 de Diciembre del 2011 - Alfredo González Mateos (Gijón)

Quiero enrollarme un poquito con la inmigración de nuestros jóvenes por esos mundos de Dios, obligados por esta profunda crisis que nos invade, incluida la falta de trabajo, jóvenes que salen de la Universidad con sus flamantes diplomas a comerse todo lo que se les ponga por delante. Yo también he sido inmigrante durante treinta años y, por lo tanto, tengo bastante experiencia. Me he ido en la década de los sesenta, aquello parecía un vendaval de trabajadores que huían del paro que se iba incrementando por toda España, y en particular en Asturias, que es mi tierra.

Yo quiero recordarles a los familiares, padres, abuelos... de estos jóvenes que se nos van que sí, sufrirán y llorarán de pena y de dolor, como han llorado los nuestros cuando nos veían que nos marchábamos con nuestros macutos; pues bien, estos familiares, algunos, no todos, de los que se van ahora, cuando nosotros nos veníamos de vacaciones a nuestra tierra, para ellos era como si llegara la marabunta o como si trajéramos la lepra.

Pues nos insultaban, como diciendo si ves venir un coche belga, tírate a la cuneta, o decir, vete a fregar platos a Bélgica, o que el coche que traíamos era alquilado, qué tonterías; también comentaban que nos íbamos a dormir a las 7 de la tarde, y que no entrábamos en los cafés por no gastar dinero, válgame Dios. Éramos más extranjeros aquí que en el país que nos había acogido, no pensaban que al habernos marchado nosotros les quedaron libres muchos puestos de trabajo, y si no nos hubiéramos marchado, qué habría pasado, pues hubiese pasado que nos habríamos vuelto antropófagos, y comernos unos a otros, como los del avión de los Alpes. No pensaban en las remesas de dinero que enviábamos para comprarnos nuestro pisito, y con estos envíos, más puestos de trabajo que se creaban en la construcción; mismo, los familiares, nos miraban como bichos raros, incluso entre ellos había alguna disputa porque no coincidían los colores de los famosos, Sisis.

Con todo esto que he escrito no quiero que nadie piense que hay en mí ningún tipo de revanchismo ni ningún deseo de venganza; yo me atrevería a darles un consejo a estos jóvenes, y es que se tienen que adaptar a las costumbres del país de acogida y verán cómo todo les sale bien.

Alfredo González Mateos, Gijón

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