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¡Levantos! ¡Vamos!

30 de Marzo del 2009 - Inmaculada Estrada Montes (Nava)

Se han cumplido en estos días siete años de la toma de posesión de don Carlos Osoro como arzobispo de Oviedo. Tiempo éste de gracia para nuestra diócesis por los muchos acontecimientos que pudimos vivir de parte de Dios a través de su ministerio. Ahora, fiel a la Iglesia y confiado en Cristo, nuestro obispo se levanta y va. Por eso, Carlos Osoro es un hombre de Dios y además un obispo cristiano. Si además de cristiano es otras cosas, a mí... ¡que me quiten lo bailao (o más finamente, como dijo el poeta: esto es amor: quien lo probó lo sabe).

Con ocasión del primer aniversario del fallecimiento de Juan Pablo II escribí un artículo que no llegué a publicar. Las palabras que pensé en su día para Karol Wojtyla, las pienso y, digo, ahora, para Carlos Osoro. Las pienso y digo para, quien en su quehacer episcopal, me lleva a Pedro y de Pedro a Cristo. Sé que muchas personas (jóvenes, ancianos, enfermos, pobres, ricos, etcétera) encontrarán, sin duda, en estas palabras el eco de su huella: la huella del buen pastor que guía a su rebaño a exuberantes pastos. La huella de Carlos Osoro.

A él y a todos los obispos en comunión con Pedro:

Así, en cauterio suave, encauza su voz Juan Pablo II, hacia la sal de las palabras. La carne se hace verbo en un lento discurrir contra la corriente, y, propicia, al ritmo de arroyos de montaña, el deseo de la cierva. ¡Qué hermoso el oficio de poemador! ¡Qué bellos los pies del mensajero!

No morirá del todo, cierto, quien mostró en el rostro el Rostro más Bello.

¿Místico? ¿Sabio?... ¿Capricho de Dios?

El Papa fue, sobre todo, un hombre. Un anunciador de la primigenia forma, de la mortal y eterna hechura del Creador.

En 1980 el premio Nobel de Literatura Czeslaw Milosz proclamaba en su discurso de investidura: Es probable que no haya más memoria que la de las heridas. En Karol Wojtyla (albura de Juan Pablo II) brillan la memoria y las heridas que le confieren su identidad de hombre. Es por ello que los rostros más pobres reflejan la gratitud y la alegría cuando es la carne misma quien los mira. El Verbo a la carne y la carne al Verbo. Esta es la Belleza, la Poesía, la Palabra, la Promesa cumplida en un Rostro Nuevo cada día para todos los rostros. Juan Pablo II nos ha mostrado con su rostro el Rostro Amable del Padre Revelado en Cristo.

Así, en cautiverio suave, los sin nombre fueron nombrados, los sin voz fueron escuchados... los púberes, anunciados. En el silencio que calla se esconde, así, el rumor de la palabra que da vida. Así, también, parten los poetas: hacia el postrero espacio, hacia la intemporal contemplación.

Muchas jóvenes heridas saben, ya, de memoria o identidad.

Si quieres la fuente encontrar,

tienes que ir arriba, contra la corriente

(Juan Pablo II)

Inmaculada Estrada Montes

Nava

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