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De canal a pozo de los deseos

21 de Diciembre del 2011 - Francisco Manuel Domínguez Menéndez (Avilés)

De la noche a la mañana, como si de un golpe de suerte o de infortunio se tratase, la Isla de la Innovación muda en engendro de la imaginación provisto de aljibe para usos botánicos –llamado estanque de forma eufemística por los gurús de la «nouvelle architecture»–, donde cucharapas y xanas compartirán el medio sin rencillas ni fobias excluyentes.

Visto lo que la experiencia nos viene demostrando durante décadas de indolencia en eso de la obra pública asturiana, no parece descabellado pensar que de aquí a 2015, fecha señalada en primera convocatoria para dar asiento a la primera piedra, este abrevadero de la imaginación economicista acariciado por el río Arlós pueda llegar a convertirse en aguadero para gaviotas y gramíneas o en pozo de los deseos.

Una vez más se pone de manifiesto, a juzgar por las informaciones vertidas por este diario, ese aforismo según el cual las desgracias nunca vienen solas: al apagón cultural perpetrado por la acción política de unos contra otros y todos ellos contra los intereses locales, que ya suena con estrépito allende los mares, se suman ahora los recortes inducidos por la crisis económica y no se sabe qué dificultad jurídica para llevar a cabo aquel magno proyecto salido de la factoría Tini Areces. El caso es que la Atenas del norte español, lejos de convertirse también en la Venecia cantábrica, transmuta en idealismo platónico.

Lo que de verdad intriga es saber qué le va a quedar de Isla y qué de Innovación al pregonado proyecto, aunque la genialidad de nuestra clase política, siempre tan divertida con eso de la terminología y sus acepciones, pueda llegar a establecer definiciones interesadas sin ruborizarse lo más mínimo.

Todo son buenas noticias para Avilés y, por extensión, para Asturias desde aquel nefasto día en que Felipe González anunció la reconversión industrial siderúrgica y redujo las cuotas láctea y del carbón por imperativo europeo. Somos como una locomotora sin control y cuesta abajo a la que sólo el milagro del «risorgimento» económico americano puede librar de tan fatídico final, aunque el estigma meridional siempre permanecerá latente.

El determinismo institucionalizado predice que el futuro de nuestra comunidad es susceptible de empeorar, igual que ese canal de la esperanza de la nueva centralidad avilesina, que llegará a convertirse en pozo de los deseos pasando por aguadero de gaviotas y gramíneas. «Tempus fugit» y cada cuatro años, elecciones.

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