En el adiós a D. Carlos Osoro
La marcha, cercana, de D. Carlos Osoro como arzobispo de Oviedo me parece una ocasión propicia para manifestarle, a través de este medio de comunicación, mi agradecimiento sin reservas.
Más allá de las dificultades que se le hayan podido presentar en los distintos ámbitos de gobierno de la Iglesia asturiana, la enfermedad y muerte de mi hermano sacerdote, residente en la Casa Sacerdotal de Oviedo, me ha ofrecido la oportunidad de conocer el lado humano de D. Carlos, su trato afable y cordial, que en las distancias cortas me ha causado profunda admiración.
Pudiera ocurrir que el ejercicio de sus responsabilidades públicas haya transmitido una imagen distorsionada de su persona, pero quienes hemos experimentado su ayuda abnegada e incondicional en momentos de máxima dificultad siempre tendremos un recuerdo imborrable de su paso por Asturias y el orgullo de haberlo conocido.
Desde el respeto y la gratitud y lejos de cualquier otra consideración o juicio de valor, permítame, don Carlos, desearle que la actividad que vaya a desarrollar en su nuevo periplo episcopal se vea siempre acompañada por el éxito.
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