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Lecturas de la agenda rosa

21 de Diciembre del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

En esa agenda aparecen nombres de altos cargos junto a un listado de regalos, leíamos en LA NUEVA ESPAÑA del 16.12.11. La agenda rosa de María del Mar Zapico está suscitando, como no podía ser menos, un aluvión de comentarios sesgados y declaraciones contradictorias. En medio de la confusión bienvenida sea cualquier indicación que nos oriente hacia lo que pudiéramos llamar una lectura canónica de tan explosivo documento. Oigan, pues, a D. Javier Fernández, number one del socialismo astur, senador en activo (es un decir) e ingeniero excedente, que en la misma edición de LNE declara lo que sigue: Esas supuestas dádivas no tienen por qué establecer una causa-efecto con unos favores en el marco de la Administración autonómica.

Dádivas dijo donde los demás decimos regalos y el vulgo, que no se corta, diría incluso unte o pringue. Los de ciencias, cuando se ponen finos, son más exquisitos que los de letras. En Valencia a las dádivas les han dado en llamar cohecho impropio. Pero no adelantemos acontecimientos y centrémonos en lo esencial, que es la sabia aplicación de la teoría de la relatividad que, hombre de ciencias al fin y al cabo, hace D.Javier al caso: las mismas dádivas no producen los mismos efectos en Gijón y en Oviedo que en Valencia, por ejemplo (seguramente porque María del Mar Zapico no tiene Bigotes). Y hasta puede que el ángulo recto sea un poco más obtuso aquí arriba que allá abajo.

En el viejo Reino de Valencia está muy vivo el sustrato fenicio, de ahí que nadie dé allí puntada sin hilo y nada se escape a la tupida trama del do ut des. O para decirlo con el rigor científico del ingeniero jefe de los socialistas asturianos, todo allí, en Valencia, se establece según la ley de bronce de la causa y el efecto. Aunque curiosamente a Camps no le preguntan por los efectos sino por las facturas de las causas.

Eso en Valencia, que en Gijón y Oviedo, muy a tono con el talante liberal de los asturianos, Almacenes Pumarín e Igrafo practicaban la elegancia social del regalo, enteramente ajenos a los escabrosos escarceos de las causas con los efectos (que suelen conducir al embarazo no deseado del cohecho impropio). A tan límpido planteamiento solo lo empaña una sombra; acabamos de celebrar el bicentenario de Jovellanos, el ilustrado que nos enseña a distinguir la fe de la credulidad y la teología de la superstición y de la superchería (Punto crucial sobre el que acaban de tener, en el Club de Prensa de LNE, una engarrada memorable dos especialistas en la materia, Menéndez Peláez y Ruiz de la Peña).

En ese contexto digamos que desentona este fray Javier Fernández hablando de dádivas, tal que si fuese el hermano limosnero de los mendicantes. No sé si Jesús fue, como dicen, el primer socialista; lo que sí podría decirse es que estos socialistas van camino de ser los últimos cristianos, ya que de ellos se puede decir con propiedad lo que dicen que decían de los primeros: Mirad cómo se aman. ¡Como para no quererlos!

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