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Espíritu navideño

26 de Diciembre del 2011 - José María Jesús González (Madrid)

Como suele ocurrir cada año cuando entramos de lleno en las fechas navideñas, los medios de comunicación aprovechan para recordarnos que debemos controlar y medir muy bien nuestros gestos y, con cierto buenismo, nos hacen saber que existe un grave problema de hambre en el mundo.

Eso queda muy bien y luce mucho, pero hace muchísimos años que tenemos conocimiento, sospecha o verificación real y evidente de que eso es así, algo que no debemos lamentar sólo en Navidad. Tenemos todos los días del año para concienciarnos de esa grave circunstancia y practicar la tan traída y llevada solidaridad, tan necesaria en buena parte de esta desdichada bola llamada Tierra, sobre la que rodamos de aquella manera.

Medios de comunicación que minutos después (de algo hay que vivir) nos hablan de las excelencias que ofrecen determinados jamones, carnes, vinos y turrones, por no hablar de joyas y perfumes que también nos recomiendan.

El cacareado espíritu navideño está bien que nos lo recuerden, aconsejen e incluso exijan, pero que se haga desde la demostración y práctica. Que se ejerza y forme parte del vivir cotidiano, del comportamiento habitual en beneficio de aquellos que viven peor y son legión.

Muchos de nosotros hemos conocido cenas de Nochebuena de gran sencillez, en hogares humildes, donde se cenaba de milagro o ese milagro no producía. Y estarán de acuerdo en que no por ello fuimos menos felices ni arrastramos traumas por el hecho de recibir un modesto juguete. Tanto es así que aún lo recordamos y valoramos el esfuerzo de quienes lo hacían posible con generosidad y verdadero espíritu navideño. Y, ¿qué decir de aquellos caramelos que pretendían reforzar y endulzar el inesperado obsequio?

Nos dirán que los tiempos han cambiado. Pero no tanto. Una enorme parte de la infancia sufre, en nuestros días, gravísimas carencias, situaciones que no terminan de suavizarse sino que crecen más y más de manera dramática y solución dificilísima.

A los medios de comunicación y a todos nosotros nos queda mucho trabajo por hacer, muchos años de sincera y auténtica dedicación, con el pensamiento puesto ahí, con permanente espíritu navideño de solidaridad cada día más necesario.

No es cuestión de grandes comilonas ni felicidades a fecha fija, ni estamos, ciertamente, para perfumes y adornos. Es necesario centrar nuestras vidas en la dura realidad, a veces muy próxima a nuestro frenar, necesitada de ayuda, humildad y una buen dosis de amor bien entendido. Aunque no sea Navidad.

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