Los 40 años musicales de Víctor Manuel
Dice el sabio refranero español nunca es tarde si la dicha es buena y así fue; lunes 16 de marzo, sala sinfónica del auditorio Alfredo Kraus, de las Palmas de Gran Canaria, 9 de la noche, 1.300 escuchantes, lleno hasta la bandera (22 euros por barba), concierto de Víctor Manuel, acompañado de su hijo al piano y otro joven a la guitarra.
Con puntualidad inglesa y sin mediar unas buenas noches, comenzó y durante 2 horas y 20 minutos nos fue desgranando su singladura musical y personal durante estos últimos 40 años, donde no sólo deleitó al aforo, sino que en más de una, dos y tres veces, fue interrumpido por el múltiple aplauso; no defraudó, mojó la camiseta.
Desde aquella primera vez que asistí a un concierto suyo en la sala de fiestas Tayko, de Avilés, en el año 1971, 72 o 73 (no sé a ciencia cierta porque la edad no viene sola, sino con alguna gotera), he seguido bastante cerca la carrera de este gran cantautor, a pesar de haberlo visto en los últimos años, con su adorable Pilar, con Sabina, Serrat o el asturianista Chus Pedro, nada que ver con este magnífico concierto, se salió.
De sus composiciones, casi todas archiconocidas, no por eso desfasadas y el auditorio puesto en pie con la planta 14. Del abuelo Víctor, que todos sabemos que fue picador, lo que a lo mejor no sabe Víctor, es que el carbón que picaba y que del lavadero se escapaba, dio de comer a no pocas familias del bajo Nalón.
De la andadura personal, se dice que por mucho que se conozca a una persona nunca se llega a conocerla del todo y Víctor no iba a ser menos, pero algo más nos aclaró, como que nunca terminó el Bachillerato (que no debe importar mucho, mí cuñada es profesora y sus alumnos le dicen que para qué van a estudiar, que su padre coloca hamacas en playa del Inglés y gana 3 o 4 veces más que ella) y creo que a estas alturas no sólo no lo debe necesitar, sino que lo ha rebasado notablemente. Del tío Laureano, que les voy a decir, fuerte mala leche o como se dice en esta tierra mala fondinga.
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