Ha muerto Mauro Muñiz
No existen palabras, si no se las pedimos prestadas a él mismo a modo de homenaje: «El esfuerzo dio el primer empujón a la sangre, que se abatió, fresca, sobre el corazón del hombre. Picaba duro. Más duro. Como siempre. La canción de siempre».
Como decimos aquí, en su tierra: «yera todun paisanu». No sé porque, pero en todos sus recuerdos lo encuentro sonriendo, a veces con tristeza, a veces con alegría, siempre con la vivacidad de su mirada franca, de frente, mientras su boca tapada por su espectacular mostacho, parecía sonreír. Pero nada más tapaba su boca o su palabra. En una ocasión, siendo yo un niño, le oí que le decía a mi padre: «un periodista siempre ha de estar contra el gobierno», y yo no entendía nada, porque era niño y porque en aquella época era imposible la frase. Escribió «La paga», premiado en el concurso internacional de relatos cortos de La Felguera y después otro título significativo y otro premio: «La huelga», premiada en el Elisenda de Montcada de novela. Él se sentía amado y amaba Asturias. Vino con su esposa Paloma y en su Gijón nacieron sus hijos. Ya en Madrid, siendo yo un joven universitario y estando en su casa de visita con unos compañeros, atendidos por Paloma en grata charla y merienda, llegó él, pleno y exultante de alegría: «¡en Chile ha ganado Salvador Allende!», luego se disculpó porque tenía mucho que escribir. Vendrían otros tiempos: le cierran un periódico y acaba en RTVE llevando «Parlamento». No perdía el tiempo y salía siempre movido en las fotos. Preocupado por los derroteros que anunciaban ya este fracaso actual, escribe «La madre de todas las corrupciones», dedicado a sus compañeros periodistas y a todos los que «defienden la libertad de expresión, la independencia profesional y el respeto por la verdad, como manera de servicio democrático a la sociedad española».
Así llegó la «Primera penumbra» (poesía), en donde Vicente Presa nos presenta su bonhomía: «Mauro nos ofrece una lección de civismo, de honestidad y valentía. ¿Está aquí el camino?: él sabe que sí, que lo que importa en la hora actual es asentar la denuncia como rival del silencio». Y así, de esta forma, inculcó a su descendencia y a sus lectores el librepensamiento, que dispone a la gente a pensar separando las propias creencias de toda base argumental; gente para cambiar el mundo a favor de la libertad y levantar el bastión de la cultura; pero también, para defenderlo de todas las agresiones que no vienen a cuento, y hacerlo sin agredir a otras libertades o culturas. Él sabía que los tiempos deben cambiar, que no puede ser la canción de siempre Pero, ¿por qué cambiar la identidad?: «Este es mi pueblo junto al mar erguido, // Muerde la niebla el suelo en vuelo bajo / y besa el suelo el hombre: desalienta /.../ ¿Quién de rodillas quiere un pueblo erguido? /.../ Como esa mar que en truenos se agiganta, /.../ Avanza la mañana su porfía de puños y andamiaje. // Todo puede. Ya es. No temas».
Todo ya es, se ha cumplido, en este mes de diciembre de Muñizes idos: su tío Julio, al que él quería mucho (diciembre de 1969); su primo Julio «Pauli» (diciembre de 2010) que es como él lo llamaba siendo el único en hacerlo así; y él mismo este 29 de diciembre día de su cumpleaños: «El cansancio se iba hacia la mar / (de noche pierde el hombre la partida) / y el pueblo, con los sueños, dulce herida / se hace a si mismo contra el despertar».
Sea ésta la muestra de mi más sentido pésame, para: su mujer Paloma de Urquiza; sus hijas Alicia y Maria; sus hijos Mauro y Guillermo; sus hermanas; y para su hermano Vicente, capuchino en Salamanca.
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