Estoy en casa, estoy en Asturias
Supongo que habrá personas que me comprendan y se identifiquen conmigo al leer esto; no todas, pues sólo quienes lo han vivido pueden entenderme... es un sentimiento, una sensación, una especie de taquicardia, un ansia que te llega desde dentro, desde muy dentro del corazón y que no puedes controlar...
Por diversos motivos, la vida me llevó desde hace años por caminos lejanos del lugar donde crecí, quizá buscando aventuras, quizá buscando descubrir otras personas, o simplemente buscando mi destino...
He conocido muchas ciudades, playas, pueblos, diferentes culturas y razas, y mil variedades de personas, diferentes e iguales a mí... de todas y cada una de ellas he aprendido cosas positivas que me han hecho crecer como adulta, aprender a caer y levantarme, reír, llorar, madurar, y pasar de ser una niña a saber mirar hacia adelante y luchar por lo que quiero y en lo que creo para conseguirlo...
A pesar de todas las cosas buenas que me ha dado y me da este paseo por caminos desconocidos, lo más positivo, lo más bonito y, sin lugar a duda, lo que por muchos años que pasen sigo sintiendo con la misma intensidad es cuando llego a mi casa... ese viaje que espero ansiosa, marcando los días en el calendario, esa maleta que preparo sabiendo hasta donde llegará, ese billete hacia mi destino favorito, ese reloj en el que cuento los minutos que faltan para el fin de trayecto... y entonces... el avión empieza su descenso, y ansiosa miro por la ventanilla y, por fin, puedo ver sus montañas, sus árboles, sus pueblos, su mar, su inconfundible paisaje verde... mi corazón late aún más fuerte, mis piernas me tiemblan y una pequeña lágrima llega hasta mis ojos resbalándome por mis mejillas... respiro fuerte, cierro los ojos y llega esa sensación que casi puedo tocar, ese sentimiento que me hace tan feliz. He llegado. Estoy en casa, estoy en Asturias.
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