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La distancia entre el dicho y el hecho

8 de Enero del 2012 - Constantino Díaz Fernández (Oviedo)

No es que, a estas alturas, nos vayan a sorprender demasiado los incumplimientos de las promesas de los dirigentes políticos, sean del color que sean. Es sobradamente conocido y sabido que en el arte de mentir son verdaderos expertos, y que, particularmente, en las campañas electorales, se dice lo que conviene y luego, a la hora de la verdad, se hace lo que toque; unas veces, las menos, en línea con lo prometido, y otras, las más, en sentido contrario. Lo que ya es más sorprendente es la rapidez con la que el partido ganador de las últimas elecciones generales, el PP, ha empezado a incumplir sus promesas estrella, probablemente con la sana intención de dar anticipadamente la primera y más sonora campanada de Fin de Año, poniéndonos en guardia para lo que está por venir.

Por activa y pasiva, todos los candidatos a ocupar escaños en el Congreso y el Senado, con la cúpula dirigente del Partido Popular al frente, habían rechazado la subida de impuestos y habían garantizado la recuperación del poder adquisitivo de las pensiones. Pues bien, las primeras decisiones tomadas fueron precisamente las contrarias: subida de impuestos y engaño a los pensionistas. No es de recibo que nos vengan con la historia de que contaban con un déficit público del 6% y que se encontraron con un 8%, cuando la desviación viene precisamente de las comunidades autónomas, y que, por estar mayoritariamente gobernadas desde hace más de 6 meses por el PP, tenía que ser sobradamente conocido. En cuanto a los pensionistas, la subida de un raquítico 1% no puede compensar la pérdida del poder adquisitivo de un año que acabó con una inflación del 2,4%; subida, por otra parte, que les quedará prácticamente anulada con el incremento del IRPF y las rentas del capital. Bien es verdad que algo siempre es mejor que nada, pero la realidad es que lo hecho queda a años luz de lo dicho. Claro que un teórico fondo de más de 9 millones de votos, que pueden decidir quién va a gobernar España, pueden hacer mentir deliberadamente hasta al más santo de los varones, y, en política, desgraciadamente, no existe ninguno.

A nadie le extraña que la delicada situación económica por la que atraviesa nuestro país, junto a la envenenada herencia que el Gobierno entrante ha heredado de los socialistas, exija medidas de ajuste duras e inmediatas; hasta aquí, creo que todo el mundo lo entiende. Lo que no es de recibo es que el nuevo Ejecutivo, que tanto criticó las políticas del saliente, caiga en el mismo error y haga caer la mayor penitencia sobre los que no cometieron el pecado: las clases medias y las rentas del trabajo, mientras que las grandes fortunas sigan sin enterarse de la crisis. Para este viaje no necesitábamos nuevas alforjas.

Cuando se necesita ahorrar más, las políticas liberales, que son las que se deberían esperar del Partido Popular, actúan prioritariamente sobre el gasto, mientras que las socialdemócratas lo hacen sobre los ingresos. Cuando, como es nuestro caso, tenemos una Administración hipertrófica, con instituciones absolutamente inútiles, pero consumiendo importantes recursos, y unas CC AA que, aportando más bien poco, provocan una sangría en el gasto, inasumibles para una nación de las dimensiones y población de España, necesariamente se debe y se puede actuar más sobre los gastos y menos sobre los ingresos. Eso es precisamente lo que todos estábamos echando de menos y que esperábamos encontrar en el cambio de Gobierno. Si, a pesar de todo, hubiera que actuar sobre los ingresos, acúdase a la vía fiscal corrigiendo el fraude que miles de profesionales están haciendo a la Hacienda pública. Todo es cuestión de imaginación; la duda es si el equipo de Rajoy la tiene, asunto que no tardará mucho en despejarse.

Después de todo, si se cumple la primera de las siete profecías mayas, que predice que nuestro mundo de odio y materialismo terminará el sábado 22 de diciembre de 2012, que está a la vuelta de la esquina, tampoco la cosa es como para preocuparse demasiado. Lo peor será que no y que sigamos como estamos.

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