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Micro y macroeconomía

24 de Febrero del 2012 - Raimundo Toubes Souto (Barcia (Luarca))

He oído al flamante ministro de Economía español y de Lehman Brothers decir que la actual situación económica pone en riesgo el Estado de bienestar. Estoy en absoluto desacuerdo con sus palabras y opino que es el momento de ampliarlo y fortalecerlo.

Reconozco que soy lego en macroeconomía e incapaz de utilizar con coherencia los palabros propios de esa materia; así, swaps, clips, CDS, COT, hedge funds, SICAVS o paraísos fiscales me recuerdan el lenguaje de los trolls. Ahora bien, como la gran mayoría de ciudadanos soy experto en microeconomía y, en mi caso particular, practicante de la socialdemocracia avanzada con énfasis especial en Estado de bienestar. Así, en mi domicilio me aseguro de que la alimentación, vestido, calzado, vivienda, energía, sanidad, educación, transporte, atención especial a los más débiles e investigación de todas las formas útiles para mejorar aquellas estén siempre cubiertas para todos los miembros de mi familia. Una vez que hemos logrado la satisfacción de esas necesidades básicas ya puedo pensar en los entretenimientos y caprichos.

Si en nuestra casa la renta per cápita fuese igual a la media nacional, dispondríamos anualmente, tras pagar un 33% de impuestos, de más de 18.000 euros por miembro de la unidad familiar, cifra claramente superior a la necesaria para mantener nuestro Estado de bienestar y que haría innecesario mantener cualquier tipo de servicio para atender parados, pobres o marginados, obviaría la necesidad institucional de financiar cualquier tipo de festejos, ferias, eventos deportivos, religiosos o musicales, reuniones, congresos y similares, ya que los interesados no tendrían problemas económicos para organizarse donde y cuando quisieran. En realidad dispondríamos de un interesante presupuesto anual para caprichos. Sería maravilloso dejar de estarle agradecidos a las hasta ahora imprescindibles fundaciones, verdadero pozo sin fondo para evadir impuestos, con mucha clase, eso sí. Y, todo esto, sin olvidar que un 33% de impuestos a 46 millones de habitantes aportaría una cantidad muy elevada, acorde a un país verdaderamente rico.

Es evidente que el establishment intenta solucionar el problema del paro convenciéndonos de que hay que trabajar más y, como no hay trabajo para todos en las condiciones actuales, la ocurrencia les lleva a explorar nuevos nichos de trabajo. Dicho de otra forma, no necesitamos más trabajadores, pero como hay que entretener al personal seamos ocurrentes y creemos necesidades innecesarias que el marketing se encargará de hacer imprescindibles. Con frecuencia recuerdo la obra «Filosofías del underground», publicada por Luis Racionero en 1977 y que se adapta como un guante a la actualidad. Reproduzco aquí un breve texto de la misma: «Para mantener empleados a los trabajadores desplazados por la automatización el actual sistema económico adopta la solución absurda de crear nuevos puestos de trabajo para producir artículos superfluos y peor que inútiles, artículos que se estropean al cabo de meses o pocos años o modas estúpidas que la gente abandona en seguida. La solución no está ahí, fabricando más y más trastos superfluos para dar empleo a todos, sino en que todo el mundo trabaje menos horas y siga cobrando igual. Que las máquinas produzcan en lugar de ellos (sic.)». Muchas cosas han pasado en estos 35 años y no cabe duda de que lo citado en relación al trabajo productivo industrial podemos superponerlo hoy en día a ese hipertrofiado sector de servicios y su amplio abanico de insensateces, al sector del marketing que nos vende humo o al del entretenimiento de pago puro y duro, mantenido a precio de oro por unos medios de comunicación transfigurados en panfleto publicitario tras una interesada reconversión.

Cuando me planteo cuáles son las necesidades de una sociedad avanzada no veo otras que las que establezco en mi propia casa. Sé que la educación y la cultura son los pilares básicos y cito a Emilio Lledó: «En "La república de Platón" y en "La política" de Aristóteles se dice que la salvación de los estados, de los pueblos y de las naciones se da a través de la decencia y de la cultura. Así, abogo por incrementar el número de docentes y alejar a los sectarios de esa labor. La salud es una preocupación universal y hacen falta más médicos, humanistas no seudocientíficos, que desarrollen su trabajo apegados a sus pacientes amigos sin los agobios de la falsa productividad, al margen de los intereses de la industria y en un marco lógico de horario laboral, similar al de otras profesiones y no de 50 o 60 horas semanales bajo presión. Apuesto por producir en nuestro entorno los bienes básicos ya que además de una mayor frescura y calidad se adaptan a nuestros gustos y paladar establecidos desde la infancia. También por la promoción de la artesanía y la producción de bienes duraderos. Por construir con escrupuloso respeto al medio ambiente, utilizando energías renovables y adaptado a las necesidades climáticas y de las personas y no al capricho crematístico de las promotoras y estético de los diseñadores. Investigar muchísimo más, sobre todo en ciencia básica y tras haber acotado las áreas que son socialmente más interesantes, empleando para ello la enorme cantidad de recursos que actualmente se dedican únicamente a lavados de cara de productos que ya nos son útiles y cuya modificación no aporta nada, pero que la publicidad se encarga de vendernos como novedosos o a buscar productos para nuestra vanidad y no para nuestra salud. Hoy la industria farmacéutica dedica más recursos a la búsqueda de crecepelos o cremas faciales que a la lucha contra las enfermedades degenerativas o el cáncer. Urbanistas y no políticos que recuperen la ciudad para las personas, apoyados en políticas de transporte que primen lo colectivo. Sólo son algunos ejemplos, pero es fácil profundizar más leyendo el libro «Hay alternativas», de Viçenc Navarro y otros, o a autores como Edgar Morin, Tony Judt, Richard Sennet, etcétera. No me olvido de los pensadores españoles, subespecie que habita en la tierra oscura, salvando excepciones, asomando su rostro en programas minoritarios o en las tertulias de amigos y ninguneados por el poder. Savater, Mosterin, Camps, Lledó, Sádaba, Marina y tantos otros.

En fin, Paul Krugman, premio Nobel de Economía, que algo sabrá de esto, aboga por incrementar el gasto público como lo hizo Keynes en una anterior situación similar, con éxito. Pero eso no concuerda con el reducido universo de esa cosa llamada pensamiento neoliberal, que ni es nueva ni es liberal. No es nueva porque la imposición del más fuerte se encuentra en la raíz de la historia conocida y no es liberal porque el término, al menos en el diccionario, nos acerca a generosidad, intelecto, comprensión y libertad individual, aunque no he visto ninguna referencia a estafa.

Lástima que los entendidos en microeconomía seamos considerados una especie atávica, indocumentada, utópica y fundamentalmente necia, y digo esto último por nuestra incapacidad para organizarnos coherentemente en defensa de otra sociedad, más justa y más libre.

Raimundo Toubes Souto

Médico, Barcia (Luarca)

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