Adiós a Antonio Cueto, mi maestro
Querido Antonio:
Con motivo de tu fallecimiento, he desempolvado de mi baúl de los recuerdos una carta que conservo con mucho cariño y que me enviabas desde Granada el 16 de mayo de 1986, cuando aún no habías aterrizado en Asturias para desempeñar la cátedra de Medicina Preventiva. Era la respuesta a una petición que te hacía para realizar la tesis doctoral en el área de Medicina Preventiva que ibas dirigir.
En esa carta escribías: «Me presento en Oviedo con la maleta llena de proyectos e ilusiones y espero encontrar en esa ciudad gente con ganas de trabajar…». Unas semanas después, llegabas a nuestra ciudad como habías prometido, con la maleta llena de proyectos y, aunque al principio «seguramente hubo cierta desconfianza» hacia ti (según tus propias palabras el día de tu ingreso en la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias), pronto te integraste, convirtiéndote en un asturiano con acento andaluz.
Desde entonces, y han pasado 25 años, han sido varias las ocasiones en que he recurrido a tu sentido común y objetividad, buscando un consejo u opinión… y siempre acababas teniendo razón.
He tenido el honor de trabajar contigo en la Universidad y fuera de ella, durante tu etapa como Consejero, y he podido conocer a una persona sincera, seria, honesta, respetuosa, conciliadora, con una gran humanidad y, sobre todo, discreta. No te gustaba hacerte notar, pero los que te conocíamos sabíamos que estabas; estabas siempre y con una sonrisa. Por eso hoy me siento un poco huérfana, pues más que un profesor o un jefe yo diría que se ha ido mi maestro, en el más amplio sentido de la palabra.
Deseo que esta sencilla carta sea mi pequeño y particular homenaje; una manifestación pública de mi respeto, agradecimiento y cariño hacia ti, lo que probablemente no supe expresarte, pues ya sabes que siempre he sido parca en palabras.
Hasta siempre, Antonio, maestro.
Margarita Alonso Fernández, profesora asociada del área de Medicina Preventiva, Oviedo
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