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Pensando en Unamuno

8 de Enero del 2012 - Heradio González Cano (Oviedo)

No podría pasar inadvertidamente el recuerdo de mis lecturas juveniles, al cumplirse quince lustros de su fallecimiento, de una de las personalidades de España que ha causado en mis humildes entendimientos un perpetuo agradecimiento... Sencillamente, eso, debido a que tras la lectura de sus ensayos y de manera especial «Mi religión», así como la voz profunda y filosófica de su poesía, me cambiaron para siempre aquellos modos de pensar existencialistas, materialismo y pasotismo, que hace medio siglo era el pan nuestro de muchos estudiantes de Europa... Quién no leía a Marx, Engels, Kierkegaard, Hegel, Jaspers, etcétera, no se sentía revolucionario, ateo, idealista ¿?... Hace más de 50 años bajando de las orillas del Danubio azul (Viena), de Marburg an der Lahn, como de Baviera, donde nace el Rin germano, llegamos al vallisoletano Pisuerga y en horizontal, entristecido ambiente, por casualidad leímos al prestigioso rector de Salamanca, recio vasco, que tras la victoria franquista (es universal desde entonces la anécdota), en discurso prácticamente improvisado, al general José Millán Astray en concurrida aula magna universitaria, jugándose la vida, le espetara: «Vencer no es convencer», a lo que con grito indignado, a mano alzada, como un cancerbero, el militar vociferara, según testigos de la concurrencia: «¡Muera la intelectual traidora!».

Quisiera repetir una histórica, otra anécdota, entre el sabio profesor y Rubén de Nicaragua... «a quien todavía se le ven las plumas del indio en el sombrero», según dijera el bilbaíno ofendido; por lo que desde París (septiembre 5 de 1907), sin rencor alguno, el hijo de Metapa-Matagalpa, la ruín habladuría de falsos amigos y la «sacrosanta envidia hispánica», lo que jamás de él maldijera, le aclarara, volviendo así a continuar aquella gran amistad, sobre todo epistolar y donde Darío reconoce y pondera a Unamuno como uno de los mayores poetas de tal época... y como escribió Julián María..., «los versos descubren para Unamuno lo más auténtico de su persona; son hijos de libertad, porque son más que lo que ha sido, lo que ha querido ser. «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago»... Vive y vivirá para siempre Unamuno, leed esta estrofa: «Cuando me creáis más muerto, / retemblaré en vuestras manos... / Cuando vibres todo entero, / soy yo, lector, que en ti vibro». Por eso vibrando a unos kilómetros de su amada Salamanca le «vibramos» en su memoria centenaria estos versos, ya consagrados en mis Palpitaciones Poéticas... (páginas 87 a 89): «Los que una vez nos encontramos en la vida, donde se cruzaban nuestros caminos que viniendo del infinito al infinito va. Unamuno a Darío»... Yo también como vos, / poeta de honderos, / he vivido Castilla / tierra adentro / y en su estepa / me hundí sin medir / latitudes ni tiempo. / Yo te he visto / sufrir Unamuno, / recio vasco, / ateo en apariencia, / contemplando / la momia / toda sangre, / del Cristo / que veneran / las Claras/ de Palencia: / Baba, mugrón, / mata de pelos, / polvo, garras, / uñas, hueso... / sí, hecho eso: / la nada / en la gangrena, / ausencia / en la presencial sempiterna... / Visto igual: / colgado / de un madero, / muriendo / en cruz / con dos ladrones / que para ganar / el Cielo, / primero / padeciste / infierno; / con gestas / al reproche, / con Dimas / en consuelo. / Abandonado, / ... ¡solitario! / Ante luz / mortecina / de un gran cirio / tus quejas/ y dolores / he sentido... / Te he sabido / «alter ego» / del Cristo / de Velázquez; / pero, donde / más me conmueves / por tu estampa, / tal vez sea; / en el Valle / de Cabrera: / he ahí, total / entrega: humilde labrador, / sufrido obrero. / Rotundo Cristo / y poeta / de la «pobre gente» / que ve «cernir / sus pesares», / buscando «consuelo / en el desconsuelo». / Resignación misma, / o «inconsciente / esperanza» / para cargar / nuestra vida / con engaños / a un premio... / No importando / si sufres, / o padeces / de hambre. / Eres así, eres / de las Españas / como el Quijote, / Dios y hombre, / verdaderos. / No, jamás, / de la soberbia, / dictador del alma: / "Quien no está / conmigo, contra / de mi está". / El Cristo de oro / de los "intelectuales". / Te he sentido/ Unamuno / en mis nervios, / en la punta / de mis dedos / y en la voz de mi cerebro, / perdido en la guerra / del misterio, / de donde nadie vuelve... / Y es que no podemos, / luchador incansable, / soslayar, no hacer / también propios / tus versos / que nos sirven / de ejemplo / a los soberbios: / "Habiendo sido" tantos acabaré / por fin de ser / ninguno? / de este pobre / Unamuno / quedará sólo / su nombre?».

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