Los reyes majos

6 de Enero del 2012 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Benach, que acababa de aparcar la desbrozadora y la motosierra para presidir el Parlament català, viajó a Madrid para saludar al Rey en cumplimiento de usos y protocolos seculares. La novedad está en que el jardinero salió diciendo que el rey le había dicho que hablando se entiende la gente. Como el entendimiento entre la gente es sinónimo de cierto grado e acuerdo y Benach representaba a un partido separatista y republicano, era ineludible preguntarse si Benach se había vuelto medianamente monárquico o si es que el Rey, hablando con Benach, había terminado por entender el separatismo.

Después fue Zapatero el que salió de la zarzuela diciendo que afortunadamente tenemos un rey bastante republicano. Decir de un rey que es bastante republicano es como decir de un muerto que está bastante muerto. Pero ZP es capaz de eso y de bastante más. Zapatero puede declarar sin cortarse que el déficit que deja es bastante grande; si fuera tocólogo diría de una embarazada que está bastante embarazada, queriendo decir seguramente que está de unos cinco meses. ¿No declaró en su última rueda de prensa que los del 11M está, a su juicio, bastante zanjado? A este hombre lo tenían que haber hecho académico de la lengua en vez de consejero de estado.

Pero no estamos hablando e presidentes mágicos sino de reyes majos. Todos recordamos aquella recepción en el Palacio de Oriente en la que el Rey se funde en un abrazo efusivo con el ex presidente González, mientras saludaba asépticamente, como por imperativo legal, al presidente Aznar. No sé si el rey es poco monárquico o bastante republicano. Lo que parece evidente es que participa del síndrome de Guindos, el de esa derecha fina que entiende que lo guay y lo molón es parecer de izquierdas. En cierta ocasión, terminaba una lección sobre el contexto histórico de la España de preguerra con la afirmación de que Alfonso XIII había sido un hombre simpático e inteligente, cuando una alumna me espetó: ¿Inteligente? Si no ha hecho más que meter la pata.

En el apunte había salido el desastre de Annual, la connivencia con la Dictadura, el error Berenguer, la huida por Cartagena. En una frase la alumna le daba al profesor una lección magistral. Con cada 14 de abril florece un pequeño bullicio, un rumor que no alcanza a clamor, invocando la III República. Esta vez el caso Urdangarín, como ave precursora de primavera, parece que está provocando un anticipo de la evocación republicana. Alguien dijo que en España lo que no es monarquía es barullo; pero a mucha gente le encanta el barullo y hasta hay terapeutas que piensan que cuando una medicina mata hay que aumentar la dosis para ver si, por fin, sana. Pues a por la III República, a ver si a la tercera va la vencida.

¿Pensará el Rey que, en la peor de las hipótesis, sus amigos de izquierda le asignarían una pensión real y un despacho en el Consejo de Estado, entre Zapatero y María teresa Fernández de la Vega? ¿O que la turba humillada asumirá la misión histórica de recoger los platos rotos y de pagar una vajilla nueva? En cualquier caso, cómo no ser monárquico con una majestad tan maja.

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