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Severo Ochoa y el callejero de Oviedo

8 de Abril del 2009 - Julia M.ª Morilla García-Cernuda (Oviedo)

En las últimas semanas su diario está llevando a cabo una especie de encuesta sobre la denominación que los ciudadanos asignarían a una serie de calles de Oviedo, que, muy pronto, verán sustituido su actual nombre. Pues bien, con este motivo deseo hacer público el negligente abandono con el que el primer municipio de Asturias ha tratado hasta el presente en su callejero al doctor Severo Ochoa de Albornoz (premio Nobel, Luarca, 1905).

Soy consciente de que los responsables son, ante todo, buscadores de votos; pero que lleguen al extremo de postergar a uno de los más insignes científicos españoles a un espacio que sólo un puñado de vecinos conoce –usted mismo, ¿sabe dónde está en Oviedo la calle Severo Ochoa?– es signo evidente, quiero creer, de escasa sensibilidad hacia quien sentó las bases de la moderna biología molecular; hacia la ciencia, en suma. No obstante esta reiterada desidia, que, probablemente, seguirá presente, reivindico para él una calle céntrica en esta ciudad, que haga honor a su memoria y, en especial, sirva de ejemplo para las futuras generaciones de jóvenes.

Ustedes, amigos lectores, participarán conmigo en la petición, que supone un mínimo reconocimiento a su persona y obra; no se trata de ninguna obsesión hacia su figura como la que, hace pocas fechas, en este mismo periódico, el profesor emérito G. Bueno atribuía, tal vez sin meditarlo, al profesor Vázquez García, cuando el ex rector, dando su nombre a algunas dependencias universitarias, lo que hizo fue testimoniar la transcendencia de su labor científica. En fin, estamos ante una cuestión de gratitud y correspondencia, como señalé anteriormente, independiente de la condición que me une al premio Nobel.

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