Un año mariano
Lo va a ser 2012, en el que los populares peregrinarán fervorosos no a Lourdes, sino a la Moncloa. Unos, a pedir mercedes o favores. Otros, a expresar su gratitud por el cargo político obtenido y su correspondiente remuneración, que es lo que verdaderamente importa. El idealismo político, hoy, por lo general, sale del estómago, de las tragaderas. El otro idealismo, el no retribuido, el que no tiene más ambición que un honrado y desinteresado afán de servicio al pueblo, es una majadería que pertenece al pasado. El presente, tan progre y tan culto, es todo lo contrario: hala, vengan cargos, perras, honores y, si se tercia, chupe y mamandurria. Naturalmente, en todos los partidos hay honrosas excepciones. Quede esto claro.
¿Cómo nos irá a los currantes en este año mariano? Hombre, el predestinado monclovita, por mucho que intercedan sus devotos –los que le dieron los votos–, pocos milagros podrá hacer con la caótica y ruinosa herencia que le han dejado sus predecesores. No obstante, quién sabe, a lo mejor desde el más allá le echan una manina y todo vuelve a ser como antes del Diluvio, que todo lo inundó y llevó por delante. Confiemos en que ese milagro se pueda producir en este año mariano –el de don Mariano, vamos–, y que Celtiberia vuelva a surgir de sus propias cenizas económicas y políticas. Porque de lo contrario, para vernos libres de este calvario, tendremos que pedir que nos lleven cuanto antes al otro barrio.
Sí, porque éste es inhabitable e insolidario.
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