FASAD: ya está bien de callar
Últimamente estamos asistiendo a una campaña de desprestigio de la Fundación FASAD, y no sólo en la persona de su actual gerente, don Rolando Fernández Iglesias, y de todos/as aquéllos/as que desempeñan algún puesto técnico en la misma, sino poniendo también en tela de juicio por parte de una minoría cada vez más exigua la profesionalidad del resto de los trabajadores de la Fundación, que dan muchas veces por encima de sus obligaciones. No deja de resultar curioso que aquéllos que se llenan la boca hablando en «nombre de los trabajadores de la Fundación» sean absolutamente incapaces de mirar más allá de sus propios ombligos.
Mentir y manipular es fácil. Apoyar con datos nuestros argumentos es otra cosa, y como yo no quiero caer en aquello que critico, vayamos a los datos:
Desde que la Fundación se crea, en 1998, hasta el año 2008, en el que se hace cargo de la misma su actual gerente, no se crea ni un solo centro nuevo. En diez años.
Desde que don Rolando Fernández Iglesias accede al cargo de gerente de la Fundación hasta este momento se han creado: el centro de apoyo a la integración de Villalegre, pisos de Salud Mental, los centros de atención a la dependencia de Turón y de Navia, la unidad residencial de Cangas de Narcea y el centro de atención a la dependencia de Candás y se ha desarrollado un área de atención tutelar pionera en España, con alojamiento incluido. Un total de siete nuevos recursos con sus correspondientes plantillas e inversiones.
El número de trabajadores ha crecido considerablemente hasta un total de 150 en la actualidad. Cuando el actual gerente se hace cargo de la Fundación el número de trabajadores se limitaba a la plantilla del único recurso existente.
En un momento de crisis como el que estamos viviendo, en el que muchas entidades no tienen dinero para afrontar sus pagos, los/as trabajadores/as de esta Fundación cobran puntualmente sus nóminas. Lo que demuestra, sin duda, una gestión optima.
En todos los centros de la Fundación se realizan actividades externas tales como terapia con animales, animación deportiva, fisioterapia, actividades de ocio y tiempo libre, spinning, etcétera.
Se han potenciado todas aquellas actividades de inmersión en la comunidad, estableciendo puentes de colaboración con diferentes recursos del entorno (casas de cultura, centros sociales, bibliotecas, etcétera)
Se han multiplicado las inversiones en infraestructuras en todos los centros de la Fundación, porque también las personas con discapacidad tienen derecho a trabajar y vivir en lugares dignos y acogedores que los potencien como personas (no sólo de palabra).
Se han potenciado convenios con diferentes instituciones para hacer de los centros de la Fundación lugares abiertos a la comunidad lejos de la segregación y de los guetos que eran habituales, apostando por el desarrollo de la autogestión de nuestros/as usuarios/as.
Se ha dignificado la figura de los/as profesionales de esta Fundación exigiendo una titulación acorde a la labor profesional que realizan (como marcan las directrices europeas) más allá de la idea de que para trabajar con este colectivo basta con la buena voluntad y el «buenismo», en lugar de la cualificación profesional y la competencia.
No deja de ser una lástima que quienes deberían felicitarse por pertenecer a una Fundación como ésta se empeñen en torpedear con mentiras el esfuerzo diario, confundiendo el interés de todos/as los/as trabajadores/as con los intereses propios y de sus amigos.
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