Feminicidio: la abominación que padecemos
Es un hecho aciago con el que nos acostamos todos los días, y anunciado casi una década por la OMS, consistente en que anualmente 1,6 millones de seres humanos en el mundo pierden la vida violentamente. Las mujeres, por desgracia, son las más afectadas porque son las que en mayor número mueren con respecto a los hombres, y lo hacen en ambientes domésticos y familiares. Se asegura que la mitad de las mujeres que mueren por homicidio es asesinada por sus maridos o parejas actuales o anteriores, un porcentaje que se eleva al 70% en algunos países.
Un artículo de Nieves García en “Mujer nueva” sobre el tema llamó mi atención por su rigor y completitud. Suscribo el análisis que de la violencia contra la mujer hace, apuntando las posibles causas de su aparición y las propuestas concretas para su erradicación. Se barajan muchas y variadas. Pero todas ellas tienen de base un denominador común: la deshumanización del hombre, que afecta a ambos: hombre y mujer. Revisando la abundante literatura al respecto, hay quienes atribuyen las causas del feminicidio a la debilidad del vínculo en la pareja, a las patologías personales y al sistema de creencias del núcleo familiar (estudio "INCAS" de la Universidad Abat Oliba CEU, recogido de Fórum Libertas 18-02-2011). Dicho en otras palabras, la tragedia personal está más estrechamente vinculada a la pareja de hecho que a la unida en matrimonio. A menor estabilidad conyugal mayor riesgo de homicidio, concluye el citado estudio.
Las patologías constituirían “un componente estructural constante, pero poco numeroso”. En tanto que las creencias serían un factor de protección en relación a la violencia; por ejemplo, los católicos, debido a su sistema de creencias y valores, estarían más alejados del feminicidio que otros grupos que no comparten igual credo. Estas conclusiones sobre el maltrato familiar ¿cuestionan la tesis de la ideología de género? La aludida articulista García, cuando habla de los factores causantes reales de la violencia actual, trae a colación tres responsables de la violencia machista: la escisión del amor de la sexualidad, la exposición a la violencia y una educación permisiva. Viene a decir que la violencia machista se originó en la revolución sexual de los años sesenta, donde se empieza a considerar el amor y la sexualidad como dos realidades separables. Tal separación trae como consecuencia la aparición de la erotización y la pornografía en la calle y en los medios, la exaltación y la comercialización del sexo hasta su total trivialización, de tal modo que la desinhibición de todo autocontrol personal produce frustración, pérdida de respeto a la mujer, convertida en objeto de consumo, y una hipertrofia de la afectividad, que se convierte en antesala de la violencia machista y en elemento configurador de un varón agresivo, dominador, intolerante y egoísta. A ello hay que sumar la exposición visual o presencial, desde la infancia, a escenas violentas, efusiones sentimentales y eróticas, uniones carnales realizadas con todo tipo de detalles, etcétera. El tercer causante sería la permisividad en la educación o des-educación de los hijos, que les hace ser personas inseguras, tímidas, para las que la violencia se convierte en un mecanismo de defensa.
Subtítulo: Los causantes de la violencia machista
Destacado: Las soluciones correctas no pueden ser el aumento de medidas cautelares o de cuerpos especializados de Policía, sino otras más profundas y serias, como saber recuperar el valor real del amor, su carácter sagrado
Para estas causas explicativas las soluciones correctas no pueden ser el aumento de medidas cautelares o de cuerpos especializados de Policía, sino otras más profundas y serias, como saber recuperar el valor real del amor, su carácter sagrado, prohibiendo las manifestaciones exageradas de la violencia en los medios de comunicación y ayudando al matrimonio y a la familia a crear relaciones interpersonales sanas en un ambiente de seguridad y acogida al ser humano. Son algunas de las sugerencias a la labor regeneradora que se exige a todos y de todos.
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