La Nueva España » Cartas de los lectores » La infancia y la nieve

La infancia y la nieve

16 de Enero del 2012 - Carlos Blanco Valle (Ribadesella)

A nadie se le escapa que la nieve ejerce una gran atracción sobre las personas. Un poder de fascinación que durante la infancia es casi hipnótico.

Todos guardamos en nuestra memoria recuerdos de alguna nevada que marcó nuestra niñez o nuestra adolescencia.

Pisar la nieve reciente, ver caer los copos con su elegante vaivén, disfrutar de los paisajes nevados; todo ello contribuye a esa fascinación que se crea en torno al blanco meteoro.

En algunas personas esta atracción no desaparece con los años, sino que se convierte en afición e incluso en el motor de una carrera universitaria y una dedicación profesional. No en vano, la gran mayoría de los meteorólogos sienten devoción por las inclemencias del tiempo, entre ellas los temporales de nieve.

Uno no tiene más que conectarse a un foro del tiempo en Internet para comprobar los particulares gustos de los meteorólogos.

Aunque mi destino profesional se ha desorientado hacia la consultoría informática y aún no he ejercido profesionalmente como meteorólogo, comparto esta pasión y me considero uno de ellos. Mis esfuerzos y mis anhelos siguen encaminados a conseguir ejercer algún día.

La nieve empieza en forma de cristales de hielo en las nubes, donde las temperaturas son muy inferiores a cero grados. Estos cristales bajo unas condiciones adecuadas de temperatura y humedad, tienden a unirse para formar los copos.

Siempre he conocido los copos grandes, como trapos, por aquello de que su forma se asemeja.

El primer recuerdo que guardo de la nieve se remonta a febrero de 1983.

Yo tenía entonces siete años.

Hacia el día 7 de aquel mes, una ola de frío polar marítima entraba por las costas del Cantábrico procedente de altas latitudes y dejaba a la región tiritando.

Aún tengo grabada la sensación frío en la cara cuando, durante el recreo, jugábamos en el patio de mi escuela, Escuela Pública Manuel Fernández Juncos de Ribadesella.

No se me olvidará como miraba entre las rejas del patio para ver los primeros copos cayendo de oscuros Nimbostratos, mientras mis compañeros jugaban al fútbol o simplemente se refugiaban de la intemperie.

Aquel día, el director del centro dió la orden de suspender las clases y enviarnos a casa.

Como cada día yo había ido a las clases en autobús y el conductor se apresuró a informar a los responsables del mal estado de las carreteras pocos kilómetros hacia el interior.

Debíamos partir de inmediato.

Al llegar a mi pueblo natal, Santianes del Agua, los prados ya tenían una fina capa de nieve y las nubes seguían descargando con fuerza.

La visión de la Corona, Peme y Mofrechu blancos como la harina me emocionó.

Una gran sonrisa iluminó mi cara.

Esa semana las clases tardaron en reanudarse y como consecuencia el jolgorio y la diversión inundaron la aldea. Eramos pocos, pero no había niño que no se lanzara en saco de plástico por las empinadas laderas y no hiciera un muñeco de nieve.

Otro recuerdo imborrable de una grandiosa ola de frío se remonta a enero de 1985.

Ese año la historia se repitió, pero con el añadido de que la suspensión de las clases coincidió con la vuelta de las vacaciones de Navidad.

El día 7 de enero una imponente lengua de aire polar penetraba en la península por los Pirineos. Fueron dos oleadas de frío y nieve seguidas, que durante diez días dejaron en la provincia asturiana registros de precipitaciones en forma de nieve y temperaturas históricos. Superó al temporal de dos años antes.

Aquel año, Carlos Blanco Sordo, hoy uno de los grandes pescadores de salmón que ha dado la ribera del Sella, y en aquel entonces mi papá, nos acompañó a mí, a mis amigos del pueblo y a mi hermana Susana, a Peme para que disfrutaramos de la nevada.

Peme era una pequeña aldea vecina de montaña, hoy casi en el olvido.

Allí nos lanzábamos por los prados con los plásticos, como si el resto del mundo se hubiese detenido.

A una altitud de tan sólo 350 metros sobre el nivel del mar los espesores alcanzaban el medio metro.

No ha vuelto a suceder algo similar en nuestra región.

Pero había una persona que salía perjudicada de toda aquella locura. Era mi querida mamá, Loli Valle, que tenía que lavar nuestra ropa. Hoy día sigue sufriendo cada vez que me pierdo por el monte en busca de nieve.

En el fondo ella era feliz viendo a su hijo divertirse.

Una de las últimas grandes nevadas que recuerdo en el oriente asturiano, aconteció en febrero de 2005.

Hacia finales de mes pude disfrutar de una caminata en solitario desde Covadonga hasta los Lagos.

Disfrutar de la soledad y el abrumador silencio en las montañas nevadas, es una de las sensaciones más reconfortantes que puedo experimentar.

Descubrir las blancas huellas vírgenes de algún mamífero, quizás un lobo, es algo impagable y hasta cierto punto inquietante.

No hace tanto, en enero de 2010, Oviedo quedó enterrada bajo 20 centímetros de nieve.

Fue el último temporal que nos ha visitado.

En climatología se estudian lo que se llaman periodos de retorno.

Estos indican la frecuencia con la que se repiten los fenómenos meteorológicos más destacados, entre ellos las nevadas.

A pesar de que estamos inmersos en un ciclo de calentamiento global, los grandes temporales de frío y nieve seguirán golpeando Asturias, auque parece que no tan a menudo.

Es, por tanto, relativamente cierta la creencia generalizada de que antes nevaba más.

Ya lo dice el refrán, año de nieves, año de bienes.

Esperemos que este invierno 2012 el frío meteoro también nos visite.

Cartas

Número de cartas: 46070

Número de cartas en Octubre: 8

Tribunas

Número de tribunas: 2087

Número de tribunas en Octubre: 1

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador