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El salario de los médicos de cupo

17 de Enero del 2012 - Manuel González del Valle y Álvarez (Langreo)

Leo en LA NUEVA ESPAÑA del pasado 16 de diciembre, en la página 60, que don José María, en sesión parlamentaria del día anterior, asegura que el precitado diario ya no lo lee casi nadie; de modo que tal vez del contenido de esta carta, salvo que se la lean, no se va a enterar. Da igual; me arriesgo a predicar en el desierto:

Con don José María Navia-Osorio y García-Braga creo haber compartido aula en el Colegio Loyola (PP Escolapios) allá por los años sesenta, en tiempos en que dicho colegio estaba regentado magníficamente por unos excepcionales profesores, los padres Marciano López y Jesús Echanojáuregui, a quienes apodábamos cariñosamente como «El Merucu» y «El Piji». A don José María creo también recordarle como uno de los habituales en los cuadros de honor de las memorias escolares de la época.

Don José María Navia-Osorio y García-Braga barrunto que desconoce una máxima comúnmente aceptada en los ámbitos profesionales, consistente en que todos tenemos un «límite de competencia». Quiere esto decir, a modo de ejemplo, que grandes jugadores de fútbol fracasaron estrepitosamente como entrenadores; excelentes interventores bancarios no lograron dar la talla como directores o ilustres alcaldes resultaron ser un verdadero desastre cuando aspiraron a ocupar más altos cargos. Del mismo modo, un buen licenciado en medicina y cirugía puede ser una verdadera calamidad ejerciendo funciones de gobierno.

A don José María Navia-Osorio y García-Braga le conviene saber que un licenciado en medicina y cirugía es un licenciado universitario como cualquier otro. Es cierto que la carrera propiamente dicha tiene una duración de seis años frente a los cinco habituales de otros estudios; además, si quiere ejercer dignamente su oficio, ha de someterse a un período de formación práctica, lo que se conoce como MIR, período que oscila, como todo el mundo sabe, entre tres y cinco años, dependiendo de la especialidad. Tantos años de estudio y prácticas merecen un salario, cuando menos, digno; pero no justifica la pretensión de que a estos titulados se les haya de reconocer un estatus preferente. Además, don José María Navia-Osorio y García-Braga también parece olvidar que el resto de los licenciados universitarios, para ganarse la vida, han de proseguir igualmente su formación con estudios posgrado y terminan, con frecuencia, como «mileuristas» y, a veces, algo peor. Tampoco se le debería olvidar a don José María que una buena parte de la financiación de los estudios universitarios procede del Presupuesto, y que el presupuesto somos todos.

A don José María Navia-Osorio y García-Braga le puedo asegurar que quien esto escribe dedicó también muchos años para lograr una formación académica aceptable; pero su salario siempre estuvo estratosféricamente por debajo de esos indecentes 9.000 euros mensuales que algunos licenciados (no sé si alguno de ellos ostenta el grado de doctor, aunque probablemente se les conozca a todos con ese apelativo coloquial) perciben por trabajar dos horas y media diarias. Mi torpeza profesional nunca fue capaz de alcanzar esos privilegios.

Don José María-Osorio y García-Braga se queja de que las nóminas que nos ocupan y preocupan hayan sido publicadas «sin autorización de los médicos afectados». Pues bien; que tome buena nota don José María de que resultaría bastante más escandaloso que los ciudadanos desconociésemos la existencia de esas indecencias salariales.

¡Médicos de cupo!... Al término «cupo», en el diccionario, podríamos añadirle la acepción número 5: «Acrónimo de: Corporación/Unida/Probablemente/Obscena. Conjugo en condicional el verbo «poder», ya que, la verdadera corporación, unida y probablemente obscena, no es ese colectivo de terrícolas privilegiados, sino quienes consienten y apoyan la desvergüenza de que en un país en el que muchos sobreviven con un salario mínimo de miseria, y en donde llevamos camino de que ser «mileurista» resulte ya un privilegio, cohabiten individuos que se enriquecen a costa de nuestro presupuesto.

Muy cordial e indignadamente suyo.

Manuel González del Valle y Álvarez, Langreo

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