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El síndrome de Bilbao

16 de Enero del 2012 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Desde que vi las fotografías de la manifestación de Bilbao y una de las pancartas que allí se exhibía con el lema "Presos vascos a casa. Amnistía para todos", la imagen me asalta cada dos por tres y, además de perplejo, me mantiene con una desazón a la que no sé ponerle nombre. ¿Seré tan raro como me siento y tan raro será mi pensamiento?

Yo creo que todos somos capaces de matar. Lo que nos diferencia a unos de otros en este aspecto son los motivos y las circunstancias que nos moverían a hacerlo. Pero de ahí que, algunas veces, encuentre comprensibles, aceptables o no es otra cosa, ciertas muertes violentas. No es el caso el terrorismo. Que exista alguien capaz de poner una bomba para que despedace y mate, o despedace sin llegar a matar, a todo aquel - de cualquier edad y circunstancia, un bebé, una futura e ilusionada mamá de 18 o 20 años a poquito de dar a luz - que ¡la casualidad! y la fatalidad, hagan que esté en ese lugar funesto en ese fatídico instante, es algo que hasta el intentar comprenderlo me parece degradante. ¿Y qué pensar de una especie que pide amnistía para especímenes que han perpetrado estos atentados atroces? Y digo una especie, eso es lo mas grave, porque no se trata de un centenar o dos de peticionarios, que vaya uno a saber qué vínculos les unirían con los aberrados; en ese caso no dejarían de ser meras individualidades, aunadas por lo que fuera, pero individualidades. ¡No! los manifestantes eran no menos de 60.000. Y cuando esto es así ya no puede pensarse en ellos como expresión de un pueblo, o una nación, no, ya se convierten en exponente de la especie, del género humano. Por eso, a la pregunta de qué pensar de esta especie la respuesta que me salta es otra pregunta: ¿qué clase de entrañas tiene esta especie capaz de pedir amnistía para estos entes incalificables?

Pues bien, lo que es a mí no me parece muy lejano, todo lo contrario, el día en que estos 60.000 peticionarios y muchos más que no estaban allí, reciban la alegría de ver libres a sus héroes. La misma alegría que recibieron no se cuántos millones el 11 S. La misma que otros no sé cuántos el 11M. La misma que recibirían otros no sé cuántos si adornaran el casco de los portaaviones norteamericanos que cuidan el estrecho de Ormuz con unos aparatitos que los desintegraran. La misma que recibirían otros no sé cuántos, además de Chávez y los Castro, si Ahmadineyad lograra fabricar bombas atómicas en serie. Claro que ya, a esas alturas, lo más probable sería que las alegrías fueran más bien pocas y de muy corta duración.

En fin, que con la desaparición del cromañón apareció el cáncer en el hombre, y en vista de que no se le ha metido mano, ya ha escampado desde entonces, ahora mismo, a la metástasis le queda muy poco organismo por invadir. De manera que el pronóstico para este enfermo Buf.

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